Fénix 1, 46-86

Pero en medio de ese horror, aún le quedó espíritu al mercedario. En unas tiras de papel -que sabe Dios cómo adquiriría-- escribió una defensa suya, una historia de las persecuciones que se suscitaron contra él desde el año de 1807, unos "princi~>i~s" que habían de servir de fundamento para su fa- moso Congreso Nacional de Nueva Espaila, y con su inagotable ironía li- meña tuvo aún alientos para escribir un acróstico con el apellido del virrey Garibay. Esos papeles ocultos dentro de sus hábitos, iueron recogidos des- pués de su muerte. La fiebre amarilla, endémica en aquella costa, arrasaba por entonces Veracruz y en especial el Castillo de Ulúa. ~ F u é deliberadamente que se le trasladó en esas circunstancias, a sabiendas de que iba a morir? Contagiado por el terrible mal, en la madrugada del 9 de mayo rindió su espíritu. Quizás en sus terribles horas de cautividad y de sufriiniento pen- só en su madre que aún vivía en Lima; quizá estrechó sobre su pecho ese Santo Cristo de metal que él reclamaba durante el proceso porque "había sido el compañero de todos sus viajes"; quizá, coino dijo el poeta Gómez Haro "pensó en sus lares y nubló sus ojos la ternura bendita de un recuerdo". "Son las cinco de la mañana -dice el oficio del gobernador del casti- llo- y acaba de fallecer el religioso mercedario Fray Melchor de Talaman- tes, que como reo de estado se hallaba en esta fortaleza". Y a las siete se presentó el escribano con el médico para testificar la muerte''. . . Le encontra- mos tendido boca arriba, y habiéndole yo dado las tres voces y llamadas por su nombre, según me correspondía por Ministerio, no contestó a ellas, en cu- ya virtud el citado cirujano procedió al reconocimiento que tocaba, de todo el cuerpo del expresado religioso hasta hacer dos incisiones cruzales en la planta del pié derecho, en fuerza de cuya diligencia conocimos y quedamos enteramente persuadidos que está yerto cadáver el cuerpo que Eué del expre- sado religioso, que según la opinión del referido físico, como igualmente del cirujano de la misma fortaleza, que en su prisión asistió al mencionado difun- to, que murió a las cinco de la mañana, de la epidemia que en esta ciudad se padece, llamada vómito prieto, complicado con fiebre amarilla, lo cual ma- nifestaba haber padecido por el color amarillo con que tiene todo su cuerpo el que puesto en su correspondiente ataúd se condujo a tierra hasta entre- garlo en su respectivo convento y al prelado local de la propia casa.. ." Sus contemporáneos aseguraron que la crueldad de los verdugos llegó al extremo de no haberle quitado los grillos sino en el momento de sepultarlo. Y sus restos -según sugiere jacobo Dalevuelta-debieron perderse en el osario del convento, en Veracruz. Fray Melchor Talamantes es el hombre de clara visión que comprendió la realidad de América e intentó romper, aún a costa de su libertad y de su Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944

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