Fénix 1, 46-86
a a sus espe- El Virrey ( 5 ) tenía noticias de su talento y sin duda estimqb ciales condiciones, pero no creemos que haya habido entre ellos mayor rela- ción de amistad, como algunos lo pretenden, ni que Talamantes frecuentara el Palacio, fuera de alguna visita accidental. Es más, Fray Melchor no te- nía mayor aprecio por su personalidad ni por su modo de actuar en la poií- tica. En la lista que se le encontró al registrar siis papeles, en la que apa- recían nombres de gentes de quienes consideraba que debía desconfiarse, se hallaba el nombre de Iturrigaray y llegó también a asegurar "que había ve- lado sobre sus propiso intereses y no sobre los del reino y su organización: que no había tenido otra ley que la de sus caprichos; que sólo había consulta- do sus diversiones y paseos mirando con indiferencia la administración pú- blica" ( 6 ) . Pero no cabe duda de que los amigos de Talamantes eran aile- gados al Virrey. Gozaba también de gran prestigio entre los miembros del Ayuntamiento, pues en 1807 presentaron a favor suyo. un informe al Rey que fué suscrito unánimemente (7) . Estos halagos exteriores de la vida tenían su contrapeso en los claus- tros, en donde ardían las discordias. Incapaz de amoldarse a los deseos de los superiores españoles -reservado y altivo-trataba de evadirse de Ia su- tina conventual, suscitándose la enemistad creciente de los sucesivos comen- dadores y provinciales. Y al sobrevenir las elecciones para estos cargos, a pesar de no hallarse en su provincia y tomar este pretexto para sacudir la au- toridad, él a su vez intrigaba valiéndose de su singular atractivo, llegando en una ocasión hasta a fascinar a un religioso -sin duda criollo- para per- suadirlo de que por él era por quien debía sufragarse; y en una famosa aso- nada que hubo en el convento, llamada "la asonada de los Coristas" decla- ra el P. Mercadillo que le informaron que había contribuído en gran mane- ra, aunque "semejante rumor no lo tengo bastantemente comprobado". Y para mayor horror de los mercedarios españoles, se llegó a saber que Fray Melchor tenía la costumbre de jugar en algunas de las casas que fre- cuentaba y que, careciendo de dinero para estos gastos, recurría a préstamos que difícilmente satisfacía. Los chismes llegaban al convento y se hablaba hasta de un libelo "que salió al público en días antecedentes" al proceso, con- tinúa diciendo el P. Mercadillo. Rara vez asistía al Coro, no decía misas, sus deudas ascendían a cantidades crecidas y para colmo, una buena maña- na harto ya de discusiones y de disputas, se salió a vivir fuera del convento. (S).--Don José de Iturrigaray era Virrey desde el año de 1803. Era hombre de edad ya avanzada, y no tenía mucha inteligencia ni carácter. No supo estar a la altura de las cir- cunstancias. Por sus vacilaciones perdió la magnifica oportunidad de ser quien independi- zara la Nueva España, pues en los momentos de la abdicación de Carlos IV y prisión de la familia real, gozaba de popularidad entre el pueblo y el partido criollo lo habría apoyado con tcdo entusiasmo. No fué, por lo demás, un ejemplo de probidad, porque a su caída se le acusó de peculado y hubo testimonio contundente en contra suya. (6).--Notas al programa del Virrey Iturrigaray. En los "Documentos.. ." de Garcia. T. VI1 p. 442. (7).-A.G.N. T. 43. Opúsculo 11, h. 23 del Ramo Historia. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.1, enero-junio 1944
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx