Fénix 10, 142-148

A las cincuenta y tantas horas de haber fondeado y despues de dos lan- chadas de agua, salimos precipitadamente de esta bahia, asustados el coman- dante y oficiales por la falsa noticia del pronunciamiento del General Casti- Ila y de los no ménos falsos rumores de que algurios ecuatorianos, residentes allí, pretendian abordar al Gursse y libertar al prisionero. Momentos antes de zarpar dijo el señor Carreño que aunque sus instrucciones eran para ir á la China, gozaba sin embargo de la facultad de eleccion, que el buque por su mal estado no podria atravesar esos mares borrascosos sin riesgo de zozo- brar, y que se resolvia por ir á California. Con tal direccion navegamos has- ta el dia 18, en que vino un mal tiempo que nos duró tres dias, sucediendo una calma espantosa hasta el 30, y corriendo en el intervalo (dia 27) el gra- ve riesgo de un incendio: el 31, numevo temporal del que como el anterior sal- vamos, merced á la Providencia. El buque principió aquí a hacer las 6 pul- gadas de agua por hora. Este nuevo incidente unido á los peligros que habíamos corrido por los malos tiempos, exaltó los ánimos y fuí el primero en increpar por Ia centési- ma vez la conducta del Gobiern.0, obteniendo del Comandante la promesa de arribar á uno de los puertos i~mediatosdesde donde oficiaría pidiendo el re- levo de todos. Durante la navegacion manifesté repetidas veces á Carreño, la naturaleza de la enfermedad del General, su gravedad y el sin número de causas que con- tribulan a su rápido progreso y fatal término: le indique asi mismo la nece- sidad en que se hallaba de comunicarlo oficialmente para q' el Gobierno to- mase las medidas conducentes á salvar no solo mi honra profesional, sino tam- bien la vida de su víctima: me atreví á manifestarle que se pusiera en libertad al General bajo mi responsabilidad, para cuyo efecto expediria un minucioso informe sobre el mal estado de su salud. Solo pude conseguir pasados algunos dias de navegacion, se le permitiese a! preso visitar la cubierta y mas tarde aun, que durmiese en ella, porque el excesivo caior de esas regiones le hacia insoportable la permanencia en la Cámara. A pesar de los sufrimientos físicos y morales, la resignacion y buen humor del General so!o se alteraben siempre que abusando de su posicion, le increpaban en plena Cámara y con suma des- cortesia todos los actos de su administracion; pero siempre grande en la des- gracia, rechazaba con firmeza los ataques injustos de sus adversarios. Tan luego que fondeamos en Acapulco, el pavor se apoderó del coman- dante y oficialidad: la noticia de la sublevacion en masa de casi toda la Re- blica trastornó los hábitos. La humillacion, el servilismo y bajezas reempla- zaron 'el modo despótico con que desde nuestra última salida se trataba al Ge- neral; pero este digno jefe conociendo lo infame del comportamiento jamas les hizo la menor oferta por su libertad, porque si él, Iéjos de indicarles el abuso q' se habia cometido en su persona, les hubiese ofrecido dinero, lo habrian lo- grado, pues solo deseaban plata: tal fué en estos dias su humillacion. Es falso, falsísimo lo que Carreño dijo al ex-Gobierno en su nota 12 de Septiembre; se aprovechó de la situatioil del psís y de la ausencia del General para por me- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954

RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx