Fénix 10, 149-156
150 FENIX con la orden de bajar de Sibaya la fuerza que se retiró allí á fin de no com- prometer un combate con la del señor Cerdeña, mientras se presentase el Gran Marisca! que así lo habia dispuesto. Debe notarse que de Mejillones á la hacienda de Curaña hay diez y seis leguas y á Sibaya cuarenta. El diez y siete á las tres de la tarde acampó el Gran Mariscal en Curaña, distante siete leguas de esta ciudad; y no pasó mucho tiempo, sin haber sido felicitado por el profecto Dr. D. Pablo Zapater, sus parientes, amigos y pai- sanos. Allí en esos momentos de regocijo y contento, viéndose rodeado de hombres que tenian un corazón verdaderamente patriota, se espresó así: "Se- "señores: - Yo no soy un revoluciosario: vengo llamado por los pueblos, "que no sin razon me dieron un dia eI título de libertador, del que nadie pue- "de despojarme, y no puedo corresponderles ahora mejor, que poniendo en "práctica ese honroso título, para libertarlos de la dictadura. Soy pues, gene- "ral en jefe libertador: he aquí la enseña con que destruiremos ese tremendo "poder. Muy pronto tendremos un hermoso buque de guerra, buenos rifles y "otras armas ventajosas; así como un millon de pesos para los gastos de la "campaña: no obstante, asísteme la firme conviccion, que la nacion se verá "libre sin mayores esfuerzos, ni derramiento de sangre". Allí pasó la noche. El diez y ocho, aun cuando por temor á la epidemia que hacia estragos en esta ciudad, repugnaba entrar al pueblo que le vió nacer, á las nueve y me- dia de la mañana se dejó ver en la cima de la cuesta que conduce á la pobla cion, cuyos habitantes ansiosos de abrazar al viejo, como solian llamarle, sa- lieron presurosos a recibirle. El repique de las campanas, los repetidos vivas al Gran Mariscal y otras manifestaciones de alegria, le arrancaban copiosas lágrimas. A media cuesta logramos saludarle, y pocos momentos después, diri- giéndose á mí que te acompañaba de cerca, me dijo: - "Qué asolada y des- truida está la población"-. Verdaderamente, le contesté, la ruina casi es completa; la actual pobreza, el hambre, mas de trescientos cincuenta enfermos y una enconada plumada dictatorial, la han reducido á tan triste y lementa- ble situacion". Tomó entonces su pañuelo blanco y entre sollozos, limpiaba las abundan- tes lágrimas que derramó en todo el tiempo que avanzamos lentamente como una cuadra. Un momento antes de entrar á la plaza, ocupada por numeroso gentío y por la fuerza venida de Sibaya, se expresó así: "?Si corresponderán al sacrificio que hago?". Y habiéndole contestado, que el entusiasmo y deci- sion del pueblo era grande, que sabrían sacrificarlo todo por el bien de la pa- tria oprimida y por el de su pais natal. Pues bien, repuso, sabré restituir á Tarapacá con ventaja lo que el tirano le ha quitado [l], y lo único que encar- go es, que si por mi actual mal estado de salud, perezco en la campaña, como es probable, ( 2 ) no olviden mis paisanos el sacrificio que hago por la nacion y por nuestro pais: que se acuerden del ejemplo que les doy y que jamás manchen su honor y patriotismo. Habiendo llegado al medlo de la plaza, la fuerza le presentó las armas, saludó á todos cordialmente, habló poco con e! prefecto y oficialidad y se Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954
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