Fénix 10, 149-156

152 FENIX marcha bajara de Sibaya y ío alcanzara en el tránsito sobre Iquique. En esta noche se recostó cerca de cuatro horas. El 26 de dos á tres de la mañana emprendió la marcha en pos del general Gutierrez: á la salida encontró en la calle un expreso de Arica, y como á las reiteradas preguntas que ie Iiizo tartamudeara aquel, dijo: eh! hasta un tar- tamudo que no 1,e entiendo me han mandado de propio. Y habiéndole con- testado éste; -y yo estoy hakilando con un sordo que no me oye- sonrién- dose sacó cinco cóndorcs de oro y se 10s obsequió para que fuera á descansar. A las once, del dia se incorporó á la vanguardia que se hallaba en las oficinas del Canton de la Peña: un poco de agua fria fué allí su desayuno; y no bien avanzó como dos millas, de sil fuerza, fué sorprendido de improviso y á corta distancia por treinta y cinco ilombres de la cabai!eria enemiga, y no obstante el peligro que corria su persona, pues no podia ser favorecido prontamente por su gente, conservó la serenidad que habia tenido en tales casos; ordenando que el general Gutierrez formase la línea, á donde 3e dirigió con paso de va- liente. Reunido á la fuerza y en los momentos de batirse, se observó á corta distancia una gran polvareda y algunos hombres montados que salian de una quebrada, y como asegurasen al @. Mariscal que era la infanteria enemiga que trataba de rodearlo -ordenó la retirada, á pesar de que el general Gutierrez y los ochenta infantes tarapaqueños ansiaban batirse-. No quiero, dijo, sa- crificar mis paisanos con tanta desventaja. Consíder?se, pues, ahora el estado de! anciano Mariscal; enfermo, en la necesidad de hacer bajo un sol abrazador uri cainino de diez leguas en retira- da y sin una gcta de agca que con fnstancias pedia: allí, sin duda alguna hu- biera perecido, si á escape de cubalio no se la proporciona D. Manuel Almonte y Vigueras: tomóla, pues; mezclada con pito de maiz que tanto le agradaba; así refrigeró !a sed que le devoraba y aun le sirvió de alimento. A las nueve de la noche regresó á esta ciudad, y no bien desmontó, se sentó en un sofá, quedán- dose dormido hasta las once que despertó. Enlónces, aunque con trabajo, logróse d'esvertirle y recostarle en su cama, sin haber tomado mas que un poco de li- monada tibia, hasta las custro, que habiéndose levantado, con gran dificultad pasó algunas cucharadas de caldo y un poco dz café, emprendiendo enseguida su marcha sobre Pachica, donde se hallaba ya acampada toda su fuerza. El 27, á las cuatro de la tarde le visité en compañia de D. Manuel A. y Vigueras, á quien t an pronto como le saludamos y tomamos asiento, le dijo; mucho me acuerdo Almonte del agua con que me favoreció U. ayer: l'e reitero las mas expresivas gracias. Nos invitó á comer con su &estadomayor, mas agra- deciéndole, no le aceptamos. Entonces me fijé muy bien en él, le observé aten- tamente y me conmovió y afligió en gran manera el miserable estado á que se veía reducido el hombre fuerte: no le rostenia sino la fuerza de voluntad: era u4 moribundo sentado en un ertrado y tapado con una frasada: trabajosamente sostenia recto su cuerpo, y cuando le hablaban contestaba con esfuerzo, pero conservaba siempre íntegra su buena razón y discernimiento. A las 7 de la noche regresó el coronel Pereira con La respuesta del Prefec- to Dr. Zapata, y al verle, se reanimó de tal modo, que le observé menos fatiga: Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954

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