Fénix 10, 149-156
ULTIMOS DIAS DE D. RAMON CASTILLA 153 oyó leer la contestacion á su nota, y murmurando de la incredulidad que ma- nifestaba de los pronunciamientos de Arica y Tacna, ordenó al general Rivas, le remitiese copia de las comunicaciones relativas á dichos pronunciamientos. Preguntó en seguida al Coronel Pereira como habia sido tratado por el Prefec- to Zapata; -como un caballero, señor, le contestó aquel- y siguió refirien- dole minuciosamente cuantos datos liabia podido adquirir. Concluida la rela- cion anterior, nos despedimos con el señor Almonte con el corazón atravezado, considerando la infortunada suerte de nuestro paisano, é indignados ciertamen- te, al ver citertas y ciertas personas, que no ponian por su salud el menor empeño, como si viviendo algunos dias mas, no hubiese dádoles honra y pan. El 28 por la mañana se nos participó que era mejor la salud del G. Maris- cal, tal que calmó la inquietud de la poblacion, que en su muerte veía proxima su ruina por la hidrofóbia que contra ella habia manifestado siempre en todos sus actos el dictador. El 29 se nos informó haberse empeorado el Gran Mariscal y que continua- ba en mal estado: resolví entónces ir al siguiente día á Pachica, y como era festivo, ofrecer el santo sacrificio de la misa por su importante salud, así como consultarle si admitiria el médico que habia resuelto pedir á mi generoso ami- go el Prefecto D. Zapata. Para cumplir mis deseos, dispuse todo lo necesario para emprender mi marcha muy temprano, habiendo anticipado mi determina- ción al sub-prefecto Dr. Mariano Aguirre, á fin de que hiciera preparar la capi- lla de dicho Pachica. Así pasamos este dia con cuidados y zozobras. Amaneció, en fin, el funesto dia 30 y fueron grandes mi sorpresa y dolor al recibir la noticia, que con motivo de un expreso de Arica llamándole con ins- tancia con su fuerza, alzó el campo en la anterior noche, despues de haber tra- zado con el mayor acierto, en presencia del consejo de jefes que convocó, el camino que debia seguir la fuerza tarapaqueña, ya para no ser sorprendida en el tránsito, como para que llegase á Arica antes que la division Ugarteche. El consejo le hizo presente e s esa misma noche el mal estado de su salud, ins- tándole con la mejor voluntad á que se quedase algunos dias mas, á bastante fuerzas. General fué, pues, la consternacion de los tarapaqueños al saber lo ocurrido en la precedente noche, apoderándose de todos generalmente un pro- fundo pesar y casi la desesperacion por e1 mal estado e s que marchaba el Gran Mariscal. En tan triste situación no encontramos ya otro consuelo que el que en tales momentos ofrece al afligido nuestra augusta religion; así es que, con la solemnidad que nos fué posible, 'elevamos nuestras humildes preces al Señor y ofrecimos por el bien del Gran Mariscal el santo sacrificio de la misa. iQuie- ra el Dios Omnipotente y misericordioso haberse dignado aceptar nuestra ofren- da y concedídole la bienaventuranza, como defensor y protector que ha sido de la religion católica y de sus derechos. D e dos á tres de la mañana de este fatal dia, llegó la fuerza á la hacienda de "Curaña", menos el infortunado Mariscal que se le consideró perdido hasta las cuatro que arribó sobre el caballo como un casi yerto cadáver, que me- diante friegas y un cuidadoso abrigo recobró el calor que doce horas y cuarto despues perderia para siempre: en este estado se consiguió darle unas cucha- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954
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