Fénix 10, 261-286

Y al punto te ví surgir, dulce amor; y a mí venir. Er, :u sello me abismé, nuestras almas sentí unir y eterna en el porvenir mi dicha fué. (En El Lucero: Año IV. No 13 p, 151: Lima, 15-XII-1898. Fechado al final: "Lima, 1885"). EN EL ALBUM DE JUANA ROSA DE AMEZAGA Declaro que causa horror ver, aunque sólo en pintura, un Cupjdo trovador que está cantando el amor a Venus en miniatura! (>,$s. cuióqrafc; en el rnencion~do "&lbum". ex'?irntc en la cslección de la Bihlio!cca Nacional). EL SUSPIRO También las penas del alma tienen su lenguaje bello, indefinible, mis- terioso como las emociones del amor. Estruendo que sacude o gemido que conmueve, eco de felicidad o de desdicha, cuando las pasiones se agitan en nuestro ser, y rugen como tempes- tades que se chocan, su voz se alza, tierna como la palabra de la naturaieza, y va a perderse o en los aires o en el fondo de un corazón que apaga con sus latidos las emociones del nuestro. Peregrinos de la vida, nos ha sido dada la palabra de la vida, que es 3a voz del sentimiento; y así como al cruzar %ainmensidad de sus desiertos, nuestras lágrimas parecen reanimar las arenas que humedecen, así también cada vez que nuestras pasionc; se debaten, elevan sus gemidos, invocando la felicidad que huye. ¿Y qué es un suspiro, sino acento del alma entristecida, algo de som- brio y melancólico que se alza de ella, voz ahogada del dolor, tiernísima ex- presión de un corazón que sufre? Cuando nos abrazamos de amor y se aglomeran en el alma 'codo? sus 111;strrios de placer y de amargura: e r esos instantes supremos en que Ia vi- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954

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