Fénix 10, 261-286
la pobre niña en la alameda hermosa iba la luna pálida a mirar y bajo un árbol triste, silenciosa, de amor lloraba por su dulce Oscar. Y recordaba aquellas noches bellas en que pudo estrecharle al corazón; y en que al mirar la luna y las estrellas lloraban de ternura y de pasión. Y hermoso el sol a1 despertar e1 día, cuando iba sus umbrales a besar, la hallaba ante la imagen de María alzando su plegaria por Oscar. Mas ¡ay! en vano solitaria y bella la luna cruza el firmamento azul; y el sol en vano ya se alza para ella del negro cielo al descorrerse el tul. . . Las aves ya no cantan sus amores, la luna no le presta su fulgor; y el cielo le ha robado sus colores, y el sol de la mañana su esplendor. iOh! equé le importa que renazca el día ni que el mundo despierte a su hermosura? ¿Qué le importa su encanto y su alegría, si rebosa su alma de amargura? ;Qué le importa la noche y su honda calma y el vago arrullo del lejano n a r ? iOh! 2Qué le importan, si cuanto hay en su alma es el recuerdo de su amor y Oscar? Mas iah!. . . ¡Dichosa tú!. . . Tú que esas horas puedes verter tus lágrimas de amor. iFeliz tú! ¡Feliz tú, que al menos lloras y no ahogas tu llanto y tu doÍor! Tú, que sin huir la befa en tus hermanos puedes al cielo levantar tus brazos, y sin, cubrir tu pecho con tus manos llevará el corazón hecho pedazos. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.10, 1954
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