Fénix 11, 331-347
TESTIMONIOS 34 1 nacionales que no firmara un verso en su vida. Ha sido periodista candente, orador de plazuela, conferencista entretenido, pero encierra, sobre todo, bajo su capa larga, a un novelista fácil y a un comediógrafo más fácil todavía. .. Cierta vez, con motivo de una fecha gloriosa, el Municipio quiso dar espectácu- los magnos y pensó hacer algo evocativo de las glorias pretéritas autócio- nas. Alguien se acordaría del novelista que escribió "El Pueblo del Sol", y bus- caron a Aguirre, dos días antes del suceso, para que inventara un espectáculo ~ncaico. . Aguirre guirda un hombre de empresa no menor que el hidalgo literato que se lleva por dentro y aceptó. . . En pocas horas trasportó su no- vela a técnica escenable, convirtiera en actores importantes a unos cuantos poetas vanguardistas, hizo pintar decoraciones luminosas, y pretendió un en- sayo general fabuloso.. . Como faltara un personaje, en el elenco, se decidió 11 encarnarlo.. . Aguirre Morales encarnó a Huayna Capac.. . La cosa an- duvo seria. Los personajes olvidaban papeles, las niñas filarmónicas hacían gala magna de extraordinaria indisciplina y el desbarajuste iba cundiendo. . . Una de las escenas hizo perder el juicio a Huayna Capac y el Sumo sacerdote del Sol que olvidara el papel le preguntaba por lo bajo: -2Y ahora qué hago yo?. . Huayna Capac, impaciente le espetó: -¡LO que te venga en gana!. . . El gran público hailábase perplejo de los acontecimientos inauditos que la escena amparaba. . . Una dramaturgia moderna impresentida se estaba bocetando, sin pensarlo, esa noche. . . Pero la cosa llegó al máximo cuando las innumerables filarmónicas, en- tonaban un himno, cubriendo a los actores.. . Entonces Huayna Capac, sin percibir que el radiodifusor estaba cerca, estalló en magnífica cólera alarman- t e . . . Esa noche los radioescuchas de toda la República, pudieron escuchar un fenómeno raro: El himno del sol, melancólico y dulce, era de pronto vio- lentamente interrumpido por interjecciones castellanas de vigor poderoso, que chicoteaban en su interior, ásperas jotas. . CLEMENTE PALMA, JARDINERO DISCRETO. . . Clemente Palma, fuera, hasta hace pocos años, el supremo pontífice de la crítica criolla. . . Cualquier muchacho aficionado a la literatura, proclive a delinquir, confesando sus cuitas interiores, en volúmenes latos, era definitiva- mente emparado, pluma en ristre, por Palma, desde las páginas necrófilas abier- tas para el caso en 'Variedades". . . Todo el que asomaba las neófitas narices husmeadoras por las letras vernáculas, sufría un descalabro invariable, si sus páginas nuevas no traían poderío bastante para inventar la pólvora, de nue- vo . . . El escritor novato, sentía, desde luego, después del varapalo, descender a su péndola basta, la pesantez cancelatoria de la infecundidad. . . En tal sentido, Clemente Palma constituyó, en su hora, algo que podía llamarse siti reparos la bajapolicía radical de las letras peruanas.. . Y el daño intencio- nado que habrá hecho, de fijo. a nuestra antología, sólo es comparable, en importancia, al infinito bien involuntario que, simultáneamente, le obsequia- ba. . . Han pasado treinta años por lo menos desde que Palma era un cuen- tero madurado y, aparte de Chocano, sólo él se daba el lujo vanidoso de os- tentar un volumen editado en París, adornado con prólogo elogioso del señor de Unamuno: ambición imposible por la que hubiera regalado diez años de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.11 1955
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