Fénix 11, 331-347
Oscar, Ureta siente, al pronto, remozar en el pecho sus antiguos arranques pierolistas, y desenvaina un brindis feroz contra el gobierno, levantando a las nubes la figura peluda y nicolasa del caudillo demócrata.. . Hubo duelo tam- bién.. . ¡Era de noche!. . . Ureta aceptó el duelo, pero en serio, y en ese instante mismo. . . Condiciones: revólver, veinte tiros, diez pasos, un farol en el cuello. . . ihasta la muerte de ambos!. . . Así se hizo. . . Los padrinos subiéronse a los árboles. . . ¡Pero nada pasó!. . . iUreta vive aún y el contra- rio también!. . . ¡LOSpadrinos salvaron de la muerte por milagro patente!. . . CLOVIS, UN CASO DE CONSTANCIA. . . Clovis ha sido el cronista de más asiduidad que haya jamás esgrimido la péndola prosaica en la prensa limeña.. . Es un caso especial de contu- macia, que no tiene paralelo posible. . . Desde que aprendió a manejar los menesteres redactivos, varios lustros atrás, se instaló en la siniestra columna vespertina del Decano ilustrado, y comenzó su glosa inevitable del momerito que pasa.. . El momento pasaba, por supuesto, adelante, y el glosador se es- taba completamente quedo, esperando el instante siguiente.. . iY así pasaron los años, y el mundo daba vueltas, pero Clovis estaba tan pimpante como ei día primero de su inicial plumazo. . . Cada día asomaba la edición vesperal de ese diario, y surgía la prosa escurridiza del cronista incipiente y perifollo, comentando las intrigas sutiles de arcaicos ministerios franceses del tiempo de Falieres, las aventurerías venustas de la Otero estatuaria, o las extralimita- ciones kaiserinas, y Ias belicosidades moscovoniponesas, o algún libro de Mio- t a o Larrañaga, si editaron alguno.. . El público de Lima, indiferente, no le daba importancia todavía al joven escritor. . . Pero el joven tenaz y laborioso, continucba animado su tarea idealista. . . Al fin, logró ate~ción.Años de años las gentes contemplaban a diario la firma del cronista, en el sitio preciso del comienzo; y, ¡hay que hacerles justicia!, se habituaron a ella. . . Como la sombra al cuerpo, Clovis persiguió a sus lectores de manera implacable, im- piadosa, fatal. . . A veces se marchaba de viaje, pero antes de embarcarse se encerraba tres días y escribía cien crónicas con gran facilidad sobre sucesos futuros que, estaban obligados, por ello, a acaecer, ahí mismo. . . Y en el barco o en el tren, Clovis pespunteaba a volandas sus crónicas discretas, confirmando su pasta periodística de ingredientes magníficos.. . Y el que, por su des- gracia, pretendiera eludirle, no tenía otro escape que enterrarse.. . Clovis era proteico, multiforme, tomaba mil aspectos. Con frecuencia, envolviendo un pa- quete con un número viejo de periódico, nos dábamos con Clovis y, después de leer su crónica obligada del día, había que leer la del paquete. . . Al fin se impuso, tiesa, su personalidad. Todos buscaban, enseguida, el seudónimo in- signe: célebre ahora. . . Se citaba sus giros. Se imitaba su estilo en las ter- tulias crespas de los barrios más densos. . . Sus lemas se ponían de moda. Los mozos literatos que anhelaban laureles verdegueantes, Ie mandaban sus tomos, empastados con lujo, con lata parrafada gomera en la dedicatoria.. . Pero, jeso sí!, Clovis era munífico para las alabanzas. . . Todos, sin excepciones: discretos, indiscretos, buenos, malos y pésimos, quien acudía a él con su vo- lumen, se llevaba un coi:solante caudal exuberado de adjetivos joyeros. . . ¡LOS mismos para aquellos y para estos!. . . Hombre excelente, Clovis es incapaz de negar a un muchacho ilusionado tan barata limosna. . . Sin embargo -me cuentan críticos instruídos-, pocos hombres mejor intencionados, han sido tan dañinos a las letras peruanas; por su vasto reparto de congratulaciones. . . Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.11 1955
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