Fénix 11, 331-347

334 FENIX recorrió los géneros completos. Fué fácil y abundante. Satírico terrible, lapidó vanidades elefánticas en sonetos pulidos; y no dejó títere alguno, plumífero o letrado, sin recibir las púas de su erizada charla metrallera. . . Bohemio em- pedernido, recorrió los hospitales de la ciudad sin excepciones, irrogándose grandes temporadas en ellos.. . Veraneó largamente en el asilo de alienados. Renegó de las gentes y las cosas por hábito adquirido. Leyó todo lo antiguo y lo moderno. Criticó todo escrito. Se fingió malo, acaso para ocultar su gran bondad y su dolor eterno. . . Y bebió mucho vino según dicen. . . -Mentira, me decía una vez, yo no he bebido vino en mi vida. Nadie ha bebido vino. No existe el vino. El vino es una mentira convencional. . . Si yo hubiera bebido todo lo que me echacan, no hubiera sido adelantado en el viaje a la muerte, por varios cientos de mis calumniadores, víctimas de cirrosis hepática. . . En otra ocasión, quejándose de las generaciones literarias actuales: -No hay con quién conversar. Búsquenme, ustedes, por ahí y conver- saremos indefinidamente. Me hace mucha falta conversar. Cuando vivo en el hospital, los doctorcillos y estudiantes me invitan a su almuerzo, pero aun- que es cierto que como, quedo siempre en ayunas. .. Y así, suelta sus púas, con tono quejumbroso, cansado, adolorido. -Esos médicos son verdaderos errores ambulantes, quieren sacarme el alma en nombre de no se qué siniestra terapéutica. . . Por sus barrios predilectos, es popular. Admirado y querido y, ame- nudo, recita desgarradores versos que sacuden las almas y despejan las som- bras en los cráneos sin lámpara. . . Es el Diógenes cínico de la ciudad de Lima. Y el Municipio debería adoptarlo. Una ciudad de cierto tono no puede pa- sársela sin aedas de esta índole. Martínez Luján pertenece a la ciudad, la ador- na, como la estatua ecuestre de Bolívar o el edificio Wiese.. . Orgulloso y so- berbio, adopta en circunstancias oportunas actitudes altivas de dignidad ofen- dida. Cierta vez charlábamos con él, tres o cuatro muchachos en un salón noc- turno. Había con nosotros uno de esos sujetos que creen oportuno molestar a cualquiera por mostrar agudezas de ingenio. Dn. Domingo se hacía el distraído a las impertinencias y al hablar hacía caso omiso del sujeto. De pronto se irritó : -Oiga, le dijo, márchese usted. Nosotros hablamos en castellano. ¡Usted nos ensucia nuestra conversación!. . . Y como el individuo, ya corrido, y queriendo enmendar desaguisados, le brindara una copa, el aeda magnífico de alteza, le espetó: -Como debe usted saberlo, iyo no pruebo el licor!. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . iAeda! Bohemio vagabundo y dolido: exige ya, es tu hora, el derecho expedito que te asiste de vivir, como Sócrates pedía, mantenido a las fuertes expensas del Estado: jen el Pritaneo!. . . iAh, pero te escaparías del Pritaneo el primer día!. . . BEINGOLEA, PIDIO WHISKY Hasta hace pocos años, Manuel Beingolea había sido olvidado por completo entre los nuevos círculos medrantes. Muy pocos amigotes literales lo conocían bien. Y, menos aún, saboreaban su obra. .. Hoy ya varia el asun- to. . . Beingolea escribió cuentos soberbios y cuadros admirables de costum- bres, cuando Clemente Palma hacía versos malos, cuando Martínez Luján Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.11 1955

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