Fénix 11, 331-347
TESTIMONIOS 335 bebía licor, Chocano hacía décimas, Eguren apenas si existía, Eópez Albújar era amanuei~seaprovechado de Juzgado de Paz, Piérola era temido, Aram- burú domeñaba la prensa. Jorge Miota era imberbe, Cabotín estaba más miope que ahora, Aurelio Arnao se daba grandes humos, Castro Oyanguren pulía editoi-iales, Rodrigo PJicolás Herrera argumentaba a Spencer, Hildebrando Fuentes era metafísico, Yerovi buscaba consonantes y Lima era una aldea cucufata que temía al infierno, cada vez que don Manuel González Prada lan- zaba una marmórea catapulta contra políticos, escritores y curas. . . Este sólo hecho autorizaría al gran escritor a suponerse en sitio culminante en el llano sin cumbres de nuestra literatura, pero don Manuel Beingolea no se supone en nada n i en ninguna!. . . Su bondad pesimista lo obliga a tolerarlo todo a los demás, sin perdonarse nada a sí mismo. . . Todo vale algo para él, menos lo suyo.. . En mérito al esfuerzo que toda creación demanda, por pésima que sea, él amerita Xa obra de cualquiera.. . No hay nada que no lea. . . Todo ha sido sorbido por él y en todo ha aprendido jugosamente al- go. . . Preguntadle sobre lo que querráis, lo encontraréis al día. .. Sin embargo, no creo que compre muchos libros.. . Acaso no compre ni uno solo, pero los lee todos. . . he aiií un secreto que nos asentaría bien a más de uno. . . $0- nocéis a Manuel Beingolea?. . . Alto. Robusto. Algo abundante ya de los años vividos.. . Transpirando desgana a f!or de piel e interesándose por to- do . . . Trigueño.. . Ojos de lezna coronados por dos angulosas cejas que parecen acentos circunflejos marcados a gran tinta y que amplían incalcula- blemente las pupilas y córneas. . . Hablar lento y cansado, con pesadas apo- yaturas en cada acento. Tono de paraguayo. Tildar ortográficamente en cada acento prosodiano, marcando los ridículos fonéticos de todos los conceptos.. . Adjetivos tajantes y certeros que separan, definen, inimitan, con verdad ca- ricata, ingénita y precisa. . . Andar poltrón. Atrás las manos. Gesto de amar- gura benévola. . . Maligno y bondadoso en una pieza. . . Observador inten- so.. . Mente alta. Cultura máscula. Pluma fornida. Gran corazón. Burócrata esporádico. Subprefecto de un día. Aventurero de un minuto. Niño grande. Gran cesante, once meses al año. Conversador soberbio, no por frondosas abundancias de decires que él ignora, sino por sus acotaciones ricas, opor- tunas, perfectas, acabadas.. . Pocos hombres dejan en los espíritus inteli- gentes la impresión superior que este gran loco produce cuando por primera vez se le hace trato. . . Un día se marchó a Buenos Aires, donde escribió folletines que habrán de hacerse célebres mañana.. . Otro, marchóse a la montaña peruviana y regresó con un coto insistente que le impuso una apos- tólica barba follajuda.. . Su bondad infantil y sencillísima se defiende con ironías mentidas y cristianas. . . Le desespera, especulativo y teórico, la inu- tilidad de su obra. -Preferiria, me decía una vez, haber compuesto un pragmático ma- nual del empleado perfecto, en vez de estos cuentos sin objeto. . . Ahora años, trabajaba en "La Opinión Nacional". Iba a las ocho a per- petrar su trabajo obligado. . . El me decía: -Mientras todos iban a comer, yo iba a opinar, jasí es la vida!. . . Una vez, don Manuel estaba en una etapa montaraz, agresiva, neu- rótica. Había desaparecido largamente de corrillos verbosos. De pronto apa- reció en el centro, una tarde, entre un grupo de amigos literarios y de esos otros caballerotes con dinero y sin letras. El estaba vestido parcamente. Se le invitó al Palais, Le deslumbraron los esmóquines claros de piqué de los mozos. No supo qué pedir. -eUsted qué toma? le dijeron. . . El preguntó a su amigo: -¿Y aquí qué se puede pedir?, .. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.11 1955
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