Fénix 11, 94-125

LA NARIZ 9 5 sus ingeniosos destellos provocó las resonancias de 13 opinión, y acrecentó el descontento que fácilmente propagan la murmuración y la frivolidad. En armonía con los procedimientos establecidos por la ley de impren- ta, el fiscal, Manuel Antonio Colmenares, había denunciado como sedicioso un artículo aparecido en el NW 2 de E! Limeño, correspondiente al 5 de julio de 1834; el jurado constituído para discernir cuestiones de hecho había aprobado el encauzamiento del editor; éste había recusado al jurado, alegan- de vicios en su formación; y, atendidas sus razones, había sido preciso convo- car otro, cuya sesión pública se efectuó el 18 de agosto de 1834. Los periodis- tas y los círculos de la oposición formaron una barra, cuyas manifestaciones cortaron o siguieron burlonamente la exposición del fiscal, brindaron calurosa simpatía al escritor y a su abogado, y prepararon así el veredicto absolutorio del jurado. Salaces croniquillas de esos días refieren que durante la reunión del jurado hubo en la barra tapadas, que ejercitaron su lisura y su ingenio a costa de la prominente nariz del fiscal. Y desde entonces fué convertida en tema de inspiración satírica, o en evidente símbolo de los empeños que el gobierno aplicaba a la vigilancia de sus opositores, o en punto de referencia merced al cual era posible medir las condiciones de la temperatura política. Aquélla nariz desafiante y husmeadora fué mencionada en los corrillos, cuando un elemento ingrato aconsejaba suspender cualquier chisme. Y SUS contornos fueron un buen día hiperbólicamente destacados en un soneto (3), cortado a la imagen del que pulió don Francisco de Quevedo: Erase una nariz que andaba sola, érase una nariz como un trinquete, érase una nariz cual gallardete que en encumbrado mástil se enarbola. Nariz que en otra parte fuera cola, mas nariz que a un mortal toca y compete, nariz que por azar de resoplete, un destino agarró por carambola. Nariz que en el consumo de pañuelos ocasiona a su dueño grave costo, y al mismo Ovidio causaría celos. Y esta enorme nariz color de mosto, para asombro eterna1 de escritorzuelos, creció una vara en el pasado agosto. Clara y festiva la pintura, agregábale el autor la presunción del des- pecho que habría provocado al doctor Manuel Antonio Colmenares su notoria ( 3 ) Aparecido en La Gacefa Mercantil: Lima, 26-VPII-1834. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.11 1955

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