Fénix 12, 337-351

348 FENIX dotes que no podían expresarse en. castellano, y no poseyendo el doctor Agui- lar ningún idioma extrvnjero sostuvieron durante una hora una conversa- ción correcta y hasta elegante en latín. Aunque yo era todavía un muchacho de colegio, había ya estudiado hasta el 49 año de latinidad, y podía darme cuenta aproxirnadamei~tede !z maestría de Aguilar en el uso de ese idioma --iAh, hijo! estos hombres hablan un latín verdaderamente ciceroniano, mien- tra que 370 apenas piledo chapurrear unas cuantas frases. Era un fanático entusiasta de Fenelón de cuya obra "Las aventuras de Teiémaco" le oí expresar un juicio admirable de lucidez y elocuencia. Puedo asegurar que tenía en la memoria !as grandes obras de los santos pa- dres, y que conocía 6 fondo los más notables escritos de historia universal. Tenía amigos y adn~iradoresentusiastas, y no le faltaron facilidades y hasta promesas para ocupar posiciones elevadas en el ministerio; pero el doctor Aguilar, y esto es !o más notable de su carácter, se había impuesto como tarea primordial de su la de ser completvrnei1te humilde, cosa tanto más me- ritoria cuanto que era de naturaleza impulsiva y vehemente. Jamás quiso salir de su modestísima condición de capellán de la casa de ejercicios de Santa Rosa, donde predicabe un rato por las noches á un auditorio de unas cuan- tas docenas de beatas. Sin embargo solian acudir a la sacristía, que comu- nica con la capilla, dgunas personas Ilustradas deseosas de escuchar la pa'a- bra de ese distinguido orador sagrado. Una vez que casualmente me encon- tré allí le oí una serie de cms:deraciones sobre la modestia del verdadero mérito, eri contraste con la vanidad de la juventud frívola e ignorante, que me parecen dignas de figurar entre las conferencias de Lacordaire ó de! padre Jacinto en la catedral de París. Su vida era modestísima: andaba pobremente vestido, y del frugal ali- mento que le preparaban en la casa de ejercicios, rechazaba todo lo que le parecía dmasiado apetitoso. Puedo asegurar que jamás reservó para sí cosa alguna de cuaatas distribuía entre los pobres, provenientes de limosnas ajenas, y de sus propios exiguos recursos. E! lado desfavcrable de su carácter era su excesiva into!erancia, so- bre todo en materia de creencias o de opiniones religiosas. Así es que tenía la más profunda indignación contra el doctor don Francisco de Paula Gon- zález Vigil. Esto me lleva a presentar la segunda categoría. Demasiado conocido como escritor liberal y como político, ha sido el doctor don Francisco de Paula González Vigil; y en este sentido nada nuevo podría yo decir respecto de él. La principa! de sus obras fué durante varios meses tema de discurión para la prensa de Bélgica y de otros países euro- peos; de manera que !a pública notcriedad me excusa de la necesidad de ex. tenderme en comentarios sobre la materia. Lo que sí encuentro más digno de remensión que su talento y que su grande erudición, es ei fondo de inquebrantable rectitud de su carácter corno hombre público, y de su acendrada modcstia y caridad como particular. Vigil como mienbro del Congreso, co!ocado en frente de las arbitra- riedades de un gobierno militar y despótico, como los más que ha habido en el Perú, no vaciló en hacerse interprete de la opinión púb!ica liionrada, y formuló el famoso discurso que contenía estas palabras: "Yo debo acusar y acuson. La misma frase, repetida más de medio siglo después, ha inmortalizado á Emilio Zola. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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