Fénix 12, 337-351

TESTIMONIOS 34.9 En una época mucho ,más reciente, hallándose incorparado a' senado, sucedió que en una sesión se tratara de llevar á cabo algunas de las intrigas usuales en la po!ítica. Entonces Vigil se puso de pie, y diciendo que no po- día autorizar con su presencia semejantes iniquidades, atravesó el recinto del senado y se retiró para no volver. En su participación en la vida pública no lo guió jamas aspiración alguna de arnbición personal. Tenía un afecto profun6o gr una caridad entra., ñable hacia la patria. Casi siempre sus trabajos bendían a emat~ciparladel yugo de tradiciones añejas y retrógradas, en las cuales veis e! principal obstácu?~ para la práctica de la vida republicana y democrática proclamada por nuestra constitución. Su l abu científica, por una parte, y el disgusto que le causaba la vida pública, tal como existía entonces, fueron causa de que permaneciera casi todo el tiempo en e! edificio de la biblioteca nacional de la cual era di- rector. A% estaba siempre atendiendo a todos los que acudían 6 ese lugar á hacer estudios ó á coleccionar datos; y me complazco con recordar el vivo interés y paternal solicitud con que dirigió los primelws pasos de Ricardo Palma en sus investigaciones de documentos y de temas de ía época del vi- rreinato. Creo q G e en gran parte es a Vigil á quien debe el Perú tener al popular tradicionista. El sueldo que !a nación daba al bib!iotecario era de cien pesos men- suales, apenas suficiente para que un empleado subalterno pudiera pasar una vida modesta. Sin embargo e! doctor Vigil encontraba que era demasia- do para él. Un día Ilamó a su secretario (que es de quien tengo este dato) y le dijo: -Tú sabes, hijo, que yo tengo aquí mi habitación de balde, y para alimentación tengo de sobra con veinte o veinticinco pesos al mes; de mane- ra que yo no necesito gastar más de treinta pesos mensuales. El resto distri- búyelo tú entre las personas que conozcas más necesitadas, como. madres de familia, ancianos enfermos ú otros por el estilo. Yo no necesito saber á quie- nes hayas auxiliado con ese dinero, pues tengo plena confianza en que lo has de invertir del mejor modo posible. Así es que no quiero que vuelvas á ha- blarme de esto. Esto continuó por varios años hasta la muerte del honrado secretario, que no precedió en mucho á !a del dignísimo y caritativo sacerdote. Vigil, según me lo dijo el mismo, había completado una obra suya La religión nafrrrail (1) que quedaría depositada en manos de un sobrino su- yo para publicarse cuarenta años después de muerto e! autor. Vigil era el reverso de la medal!a respecto del doctor Aguilar; pero no aborrecía á este, sino que le tenía por su intolerancia una verdadera con- miseración. Ni creo que haya cabido jamás el odio en e1 corazón de Vigil contra persona alguna. En 1842 al inaugurarse el gobierno de hecho del general Vivanco, ocupaba el presbitero doctor don Barto!omé Herrera el modesto empleo de cura párroco de Lurín. De allí lo sacó el nuevo presidente para co'ocarlo a la cabeza de! convictorio de San Carlos, que era el principal colegio de la república, en e! cual se cursaban todos los estudios de instrucción media, y además de jurisprudencia; de manera que, terminados estos, el alumno se (1) El manuscrito original, hasta ahora inéciito, se conserva en la Bi'nliotecn PTa- cional. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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