Fénix 12, 78-141

88 FENIX y se ha llegado a afirmar, desarrollando más allá de lo justo el pensamiento de Jorge Guillermo Leguía, que Arboleda al "leerle e! Gonzalo le mostró el verdadero camino de su gloria literaria: la tradLción7'. La verdad es que, al dejar Lima el poeta colombiano, Paima sólo había intentado tres o cuatro veces esbozar unas leyendas o cuentos con cierto fundamento histórico que estaban muy distantes de ser lo que, niuchos años después, serían las t r ad - cianes propiamente dichas. Quiere decir, así, que la influencia de Arboleda tuvo antes que una ori'entación tan específica, un sentido más amplio y genérico: desarrolló el gusto por )el tema vernáculo, orientándolo hacia la leyenda histórica, con ma- yor preferencia por la narración épica o semi-épica que por la poesía lírica - q u e e1 tenía a menos entre sus producciones- o por la dramática -a la cual no dedicó su inspiración-. En todo caso, su presencia en Lima coincidió con los primeros ensayos de Palma, "Fior de !os Cie!osV, "Recuerdos Histo ricos", "Corona Patriótica", algunas de sus leyendas en prora, y, quizá si lo más llamativo, con el abandono definitivo, a pesar de su debilidad por el teatro y de los aparentes éxitos obtenidos, de la producción dramática, que -salvo los juguetes cómicos a los que me referiré más adelante- se clausura con "Rodil", escrito en 1851. Desde otro punto de vista, Arboleda representa una contribución in- directa con un mejor conocrmiento o, si se quiere, una mejor comprensión de Zorrilla y de Espronceda, de quien ya se ha dicho que había recogido la pre- ferencia por las octavas reales; y además un trato más inmediato con la poesíri inglesa y la italiana, de las cuales, según confesión de Palma, éste y Salaverry ,'traducían con infinito trabajo a Shakespeare y Byron, Dante y el Tasso", mientras que el granadino dominaba esos idiomas -justamente esos dos- can bastante maestría. Es natural deducir, luego, que Walter Scott debió tener en Arboleda un ardoroso partidario y un buen difusor de su lectura, en la que se halla, según Riva-Agüero, el modelo de toda novela histórxa ro.. mántica y basada en el folk-lore. Tan sólo llama la atención que Pa7mano cite sino muy indirectamente al colombiano, pero igual omisión cabe anotar con relación a muchos otros de su tiempo y, singularmente, a Manuel A. Fuentes, cuya sala de redacción de "El Mercurio" reunía a un pequeño areópago formado por "Sergio Arbole- da, notable publicista colombiano -hermano de Julio y desterrado por se- gunda vez en 1864-, Juan Vicente Camacho --el venezolano de tan fecun- da acción en el Perú-, Arnaido Márquez y yo; funcionando como cronistas y correctores de pruebas, un chilenito, Pancho Jorquera mozo de muchísimo humor, y Asisclo Villarán, que, por entonces, entiendo que pertenecía a una sociedad de temperancia. Ni por bufonada olía el mostoverde" ( 7 ) . Frente a este silencio, se puede oponer otro tipo de citas. En efecto, el poema, tantas veces mencionado, "Flor de los Cielos", se publica, después de su primitiva aparición, en "Poesías de E). Manuel R. Pa!maV, dedicado "a ( 7 ) R. Palma, "Tradiciones peruanas completas", Aguilar S. A. de Ediciories, &La- drid, 1953, segunda edición, p. 1415. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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