Fénix 12, 78-141
DON RICARDO PALMA EN COLOMBIA 9 1 un poeta popular que ni alcanza el dominio de las formas áticas ni puede ser considerado un romántico. En cambio, Arboleda sí representa una ver- sión d,el movimiento romántico, al que imprime un acento americano en to- do lo que aqué! significa afición al pasado y una constante mirada retrospec- tiva, pero circunscrita al tema local, más cercano, más propio. Coincidentemente, se puede recordar que bajo el peso del t2b.Ú colonial impuesto a la imaginación, el ímpetu romántico encuentra ancho horizonte en el motivo histórico y en los movimientos épicos: Mediante esta forma de creación se cumple con ser romántico y, simultáneamente, re acata el impe- rativo ancestral. No se imagina, tan sólo se recuerda. F h así como aparece, en su primitiva forma de leyenda histórica, en prosa o en verso, lo que, por una evolución pasterior y el agregado de otros elementos, vendría a ser la tra- dición, el más genuino fruto del romanticismo en e1 Perú y en América, por obra y gracia dtel mejor artífice: don Ricardo Palma. Digo en América porque la "tradición", tal como Palma la concibe, la ejecuta y la cultiva constituye una especie literaria que no sólo se difunde en todo el continente sino que representa el mejor medio de expresión de estas repúblicas, balbuceantes y contradictorias, que practican 123 autocrítica mediante la sonrisa y la democracia a fuerza de "pronunciamientos". Por una paradoja más, el espíritu satírico brota entonces, como la síntesis imposible entre el fatalista conformismo indígena y la hispánica apetencia de poder y de gloria; de su oposición, corno dri rechazo de los polos e!éctricos, surge la sátira. Esta es, por eso, un producto típicamente criollo antes que mestizo -lo mestizo es la resultante de la fusión y !o criollo, como e! fenómeno fí- sico, es una yuxtaposición-. Y es, igualmente, un producto americano, sien- do notable comprobar como en cada una d,e nuestras capitales se presume de una mayor capacidad para el comentario irónico o la respuesta mordaz, 11á- mese "lisura" limeña, gracia o chiste en Santiago o Bogotá, o "sal quiteña", con un estilo que es diferente en su forma y en sus causas de la picaresca es- pañola, por mucho que ésta se encuentrte entre sus ascendientes más o menos reconocidos. Como observa Mariátegui, y la frase acuñada para Lima vale en estas naciones incipientes, "Toda su inquietud, toda su rebeldía, se resolvían en el chiste, la murmuración y el epigrama. Y esto es precisamente lo que encuen- tra su expresión literaria en la prosa socarrona de las TradicionesJ'. Con trazo certero, Raúl Porras se refiere al origen de la sátira, como se presenta en Palma que es su más acabado orfebre, diciendo: "Tuvimos patria y república en solfa, Independizados los pue- blos de América, derrumbado el edificio social y político de la co- lonia, sn quiso construir en tres días sobre las ruinas recientes. Se improvisó leyes y hombres, como se había improvisado discursos. Y nacieron nuestras democracias chirles gobernadas por reclutas con entorchados y por tinteri~lloscon nombres de ministros. La vida re- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjgwMjMx