Fénix 12, 78-141

9 6 FENIX Capella Toledo- " no hay una sola carta de Palma de tantas que tenemos en nuestro poder, en que no nos hable con marcado inteiés de Caro, Ponibo, Becerra, Sergio Arboleda, Carrasquilla, Guzmán, Galindo, Rivas Grcoí., San- tiago, Lázaro María y Felipe Pérez, Samper, Adriano Pérez, etc. etc." (16). Cabe recordar que, después de Arboleda, tuvo otro particulsr amigo colombiano, José María Torres Caicedo, de quien habín merecido elog.osa crítica -virtual presentación en el mundo d'e las letras- en sus '6Ensayos" de crítica literaria publicados en París en 1864 y que, al año siguiente, es- cribe el prólogo para "Axrnonías", editado por la Librería de Ch. Bouret. El encuentro de ambos estuvo revestido de tan singulares contornos que es me- jor dejar al propio Palma el relato, tal como aparece en carta escrita veinti- cinco años después: "Antes de ir yo a Europa sostenía correspondencia con Torres Cai- cedo que era por entonces director de El Correo de Ultramar. Des- de Londres le escribí yo a París, anunciándole el día y hora en que debía llegar yo a esa Capltal, y me cantestó que me esperaría en la estación del ferrocarril, pues deseaba que comiésemos juntos el primer día de mi permanencia en París. Aquí en~piezael romance. Llego a París a las cinco de la tarde, no encuentro al amigo en el lugar de Ia cita, envío mi maleta a un hotel, tomo un coche y doy la d~recclón: rue Sami Lazare, que era la de Torres Caicedo. L'c- go, me recibe un criado con aire sombrío, le pregunto por su patrón, me contesta que se halla en casa pero que no está visible. Contés- tole con cierta petulancia: -Para mi no esta inviqible; pásele esta tarjeta. Vacila el criado, pero, al fin, me obedece. Un minuto des- pués, szle un hombre joven y se arroja Ilorando en 1111s brrzo;, y sin decirme palabra me conduce a otra habitación. En ella, alum- brado por cuatro cirios, estaba el cadáver de una joven de 22 aiíos. No necesité explicaciones para adivinar lo que pasaba. Era la ama- da de Torres Caicedo, que había muerto casi repentir:amzi,te seis horas antes. Torres Caicedo, que co fué jamás libertino, había sido el primer amor de esta niña con la que vivia conyugaimente hacía tres años. Según sus retratos era una Eel'ísima crietura, hábil pila- nista y no mecos hábil pintoia. Torres Caicedo me contaba des- pués que, a haber tenido un hijo en ella, se habría casado sin vaci- lar. Mi amigo estuvo más de seis meses ii~conss!able. lan el fo!'e- tín del Correo apareció, por entonces, una Corona fúnebre a la me- moria dr Mmc. Gernoveva de Charny, corona en la qur escri'~~eran va- rios poetas franceses y muchos americanos. Las estiofas que yo es- cribí 'as ecc~n t r a r áusted en mis Armonias, tomito que publiqué aquel a50 en Paris.. . . . Torres Caicedo era más buei.0 que el pan tierno. Mobí1is:mo corazón y robusto cerebro. La noticia de su muerte ine impresionó infinito. Era uno de mis más queridos ami- gos I~terarios,como 10 son usted (Francisco Sosa) y Riva Palacio, y Tamayo y la Gorriti, y Carlos Robinet y otra inedia docena, con quienes no pasa mes sin que cambiemos carta. . . . . . " (17). (16) E1 Geleral Luis Capella Toledo fué autor de u.nas leyendas coiornbirirzs ei- crita a la manera de las tradiciones. (17) R. Pairnri, "Epistolario", op. cit., p. 228. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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