Fénix 12, 78-141
102 FENIX de Fray Pedro Simón y, sobre todo, en la Historia de Oviedo y Baños, otro hijo de Santa Fe, cuyo tío había sido el ilustre don Diego de Baños y Soto- mayor, nacido en Lima, más tarde Obispo de Santa Marta y I ~ e g o de Caracas; y que tuvo como primo al Conde la Granja, el poeta cantor de Santa Rosa y primero de ese título tan limeño, por nombre Luis Antonio de Oviedo y Herrera. En Lima vivió Oviedo y Baños, seguramente al lado de su primo, los años de su irfancia y realizó parte de sus estudios. Su obra capital lleva un epígrafe que sólo cede en extensión al del Carnero, pues dice como sigue: "Historia de la conquista, y población dle la provincia de Venezuela. Escrita por D. Joseph de Oviedo y Baños, vecino de la ciudad de Santiago de León de Caracas. Quien la consagra, y dedica a su hermano el señor D. Diego Antonio de Oviedo y Baños, Oydor de las Reales Audiencias de Santo Do- mingo, Guatemala, y México. del Consejo de Su Magestad en el Real, y Su- premo de las Indias. Primera Parte. Con privilegio: En Madrid, en la Im- prenta de D. Gregorio Hermosilla, en la calle de los Jardines. Año de M.DCC. XXIII. Hallarase este Libro en dicha Imprenta." Entre los episodios que relata Oviedo y Baños sobresale la rebelión de h p e de Aguirre, cuyo paso por la historia de la Nueva Granada está se- ñalada por una huella de crímenes y tropelías sin cuento, de los cuales, por fortuna, parece no existir parangón posible. Pero la erudición de Palma no se limitó a estas relaciones en su bús- queda de datos acerca del personaje de su novela, ya que también debió re- currir a otra fuente colombiana igualmente importante pero aún más copiosa e ingente: la monumental obra de Juan de Castellanos, quien llegado en afán de conquistador y aventurero, terminó sus días, después de recibidas las ór- denes sagradas, como cura de Tunja, ciudad de iglesias y de blasones, cuya prosapia corre pareja con su discreción recoleta y con la beJleza de su plaza principal, y en la cual compuso los millares de octavas que forman sus "Ele- gías de Varones Ilustres de las Indias". Si bien el tradiciclnista no cita a Cas- tellanos, hay escenas que parecen derivarse de las descripciones contenidas en las Elegías, como aquella en la que Lope de Aguirre, en el colmo de la vesanía, da muerte a su propia hija, que tiene en la mentada "Silueta" el siguiente desarrollo: "Por fír, desamparado de los suyos y acorralado como fiera monta- raz, se metió eri un rancha con su hija, y la dijo: -Encomiéndate a Dios, que no quiero que, muerto yo. vengas a ser una mata mujer ni que te llamen la hija del traidor. Y aquel infame, que fingía creer en Dios, rechazando a la Torralba, que se interponía, hundió su pu- ñal en el pecho de la triste niña" (22). (22) R. Palma, "Tradiciones Peruanas", Espasa-Calpe S. A., Madrid, 1936, T. V. p. 197. Sobrc Lope de Aguirre se pueden citar, entre otras, las siguientes obras: Rasa Arciniega, "Des rebeides espatioles en el Pcrú", Buenos Aires, Ed. Sudan-rica, 1916; L. 6. Bumester, "Lope de Aguirre y la Jornada de los Marañones", D u ~ ~ i o i A :es, 1941; Emiiiano Jos, "La exr:edición de Urzúa al Dorado y la rebelión de Lope c',c Aguirre según documcntos y manuscritos ir:éditosT', Huesca, 1927; y ''Cieccia y Osadía sobre Lope de Agilirre el peregrino", E. E. H. A., Sevilla, 1950; y principalmente de Juan B. Lastres y C. A. Seguin: "Lope de Aguirre, el rebelde", Lima, 1942. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957
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