Fénix 12, 78-141

DON RICARDO PALMA EN COLOMBIA 107 nos, el grito de: El autor! el autor! Que salga e1 a ~ fm! repetido, a 13, vez por mil bocas, es para enloquecer a todo muchacho aspirante a sentar plaza de hijo mimado de las musas" y, también, sin muchas dudas, de prójimo eñ~greído de las damas jóvenes de la compañía. Raúl Porras, en una página que PaIma suscribiria gustoso, ha recons- truído las noches del Teatro Principal y nos cuenta de las polémicas s o b ~ e obras dramáticas y sobre actores, rivalidades que no eran riuevas sino simples rediciones de aquellas otras que turbaron, en su dia, !a pacata tranquilidad virreynal, como Ya suscitada entre !a Ferricholi y la Ineslla, cuando esta 61- tima pagó con unos día de cárcel la privanza que el público le corcedía, con menoscabo de la popujaridad a !a que aspiraba la favorita del Virrey Amat. El novel poeta y dramaturgo no perdona por entonces función de es- treno o de repetición. Muy enterado anduvo siempre de quisicasas teatrales --comenzendo por los títeres como Pibicalzón y Santiago el Volador- y e! prólogo que acompaña a la recopílación publicada en 1858 con e! Zí:u!o de "Teatro de Manuel A. Segura", prólogo que Palma llama "Preámbulo biográ- fico y noticiero" contiene una pequeña historia del teatro en el Perú repu- blicano. El dominio del tema o si se quiere, el gusto por el mismo, es uno de los íilgredientes que prestan su encanto a "La Ebhemia de mi tjernpo", por lo que tiene de sinceridad y de reminiscencia. En las posteriores edicio- nes de este ensayo, siempre puso Palma cariño y delectación, como quien se complace en los recuerdos del primer amor: que para él fué, sin duda alguna, el teatro. Este intimo y profundo sent;iniento de añoranza es t i patente cuan- do en el ocaso, durante siete años, incansablemente, de 1885 a 2902, persigue de sus corresponsales en México e! envío de una obra de Fernando Calder6n. poeta cuyo nombre -escribe agradecido cuando por fin llega a sus manos e! anhelado volumen- "está unido a los xnás g a t o s recuerdos de mi vida de cdegial, recuerdos que tienen ya medio sig'o de fecha. Allá por los ~ ñ o s de 1849 a 1851 nos sabíamos de memoria los universitarios de Lima los versos del vate mexicano y había teatro lleno siempre que se representaba e! drama Ana Bols~za. Esta noche voy a rcIeer los versos de Calderón y aflíjrme ef pensar que tal vez me van a parecer poqujta cosa. . . . ." (24 j. Durante esos años, la inspiración del poeta sigue a veces de la mano de Melpómene, a veces de la de Talía, a las que encuentra siempre en la proximidad de las candilejas. De la época es también una de sus primeras composiciones poéticas: "Amargura: a una artista dramática". Es f i c J pen- sar que, por razón de !a edad, esas pesadumbres no debieron ser muy inten- sas ni permanentes. A Lima llegaban no sólo cornpañlas de alto coturno, sino también mo- destos marornems, genuinos personajes de carne y hileso dignos de figurar en las aventuras de la familia Cascabel que relata Julio Vernc?, y a los cuales, es probable, que tampoco les faltara un carromato, una "Relle Roulotte", para seguir la marcha. En todo caso, el ayudante de cronista debía tener informa- (24) dhid., T. I., p. 191. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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