Fénix 12, 78-141
112 FENIX que la policía tolera, ya tendrá el extranjero una débil idea de este lo- cal. . . .." (26). Toda función especial así como las de beneficio -que eran muchas, pues se beneficiaba hasta el tramoyista- constituía una fiesta singular, en cuya víspera se iluminaba la fachada del local y se quemaban vistosos fuegas artificiales. Después de los exámenes en el Convictorio, que contaba con la pre- sencia del Presidente de la República, los alumnos más brillantes recibían como premio el aplauso de los asistentes, el diploma de sus maestros, y, tam- bién, como supremo galardón, una invitación al teatro para asistir al palco del Gran Mariscal don Ramón Castilla. "E¡ pueblo, decidido partidario de las comedias, ücu<lír;en tropel a las llamadas de magia y aplaudía con frenesí cada fantasma que se asomaba por el escot;llón y cada angelito que volaba desde la es- cena a la cazuela, can auxilio del irarnoyls~a"(27). Nada de raro tiene que con el deslumbramiento de los dieciocho años, en las proximidades de las candilejas se centrara toda su atención y el obje- tivo de sus más vehementes ilusiones. Sin embargo, otras preocupaciones y un oportuno consejo permitieron que el po~etüse sacudiera del entusiasmo dramático y dejara paso franco a sus inclinaciones satíricas, prefiriendo la sonrisa irónica con la que él es el primero en criticarse, a las lágrimas y suspiros de aquellos "dramanes de efec- to, a lo Bouchardy". Ya el día de su cumpleaños, en 1852, en un artículo pleno de humor titulado "Espíritu del sigio", publicado en "El Intérprete", er'tcna un rnea culpa por sus deslices: En menos de un año di al teatro tres disparates drarn5t.icos que los cogi,eron (sic) favorablemente; porque en mi tierra tqcdo se ap'aude. Favorecí --y noten ustedes que digo favorecí- los periódicos con renglones rimados, borrajée páginas de muy iujosos albums, me enor- gullecieron 10,s elogios y no concluiré sin decir que me apestaban las críticas, las cuales, por supuesto, nunca halié justas, y siempre consideré como hijas de la envidia". En el ejemplar consultado existe la siguiente anotación marginal: "Es- te artículo fué un ensayo de R. Palma", escr~to con letra que, sin duda alguna, pertenece al propio autor, y no sólo es memorab!e a título de confesión auto- biográfica, sino que, por e! tono, parecería marcar la línea de separación en- tre la producción dramática y las posteriores reincidencias escénicas de D. Ri- cardo que, a! estar a sus propias declaraciones, fueron tres más: "Creo que llegaron a seis los disparatados abortos de mi númen. . . y a Dios gracias con- vencime temprano d'e que las uvas eran agraces para mi". Según las crónicas que "El Comercio" ha recogido en sus ediciones del 24 de julio de 1957 y 28 ( 26 ) V. infra, "Mauro Cordato", cap. 111. (27) IMd. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957
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