Fénix 12, 78-141
132 FENIX Se amaban sin decirselo. Ei rlrns virjinal de la jóven concebia 6 Dios con el amor.. . .. . . . . ... .. . . . . . .[7] A principios de Junio del nrismo aiío tuvo Iugsr el c.risa:riiento di, Lida, condesa de Eaíneto coíl el capitán Abigail Gorrzales. Cualquiera que esté al cabo de las preocupaciones que reinabai~en la sociedad que hemos procuri;.do pintar, se admirará de que este casamierito se hubiese efectuacio despues de cuatro meses de amorios á usanza de los de la época zctuai. Entónces no era necesario conter con el cor.azori de un2 joven; bastaba la voluntad ác los ~ a d r e sy tanta precipitacion llevaban los galanes, que una semana era tiempo mas que de sobra para enamorarse y recibir 1,a bendicion del cura. Pero hoy los asuntos matrimoniales se manejan de otro modo.. . .á In romántica; porque tal es el espíritu del siglo. 1 1 I FELICIDAD CONYTJGAI, Una semana habia corrido y los esposos disfrutaban de esa felicidad que las almas sensibles gozan solo una vez en la existencia. La infancia es el broche que encierra una flor lIs.n~a<la la vida. La juventud es la misma flor que luce sus galas acariciada por una brisa que se ilzma. la ilusion. El sentimiento es su tallo. El amor su rocío. Lida amaba á su ei;;oso con todo el ardor de iin corazori de diccisicto años; con toda la poesia de un alma casta; con ese amor virjinal r8] que en las primeras auroras del Paraiso de beatitud eterna, sintieron el primer hocibre y la priniera mujer. Retirada del. bullicio de la capital buscaba solo goces en el cariiio de su esposo: en una palabra, veís la existenci.a por un prisma dorar20 que reflejaba amor por todas sus faces. Abigail la adoraba con ese dulce sentimieiito que debe inspií-~ral r~iííoreclinado en la cuna, la presencia de so anjel custodio. Olvidando Las amistades y goc2s con que le brin- daba la ciudad vivia contento en la hacienaa coa Lida y para Lida. Verdadera felicidad de dos corazones juveniles que se habian cornpre~ididofácilmen- te! Porque tan es cierto que el alma tiene su letiguaje mudo, como es verdad que el mur- mullo de un lago, el susurrar de u11 bosque son otros tantos i d i o~ . z s<le la natuialeza. Cuantas veces un suspiro encierra una historia enteca y una iágrima es un poema que no á todos es dndo leer. Solo el sentimiento comprende al sentimiento. Lenguaje misterioso en que el espíritu habla al espíritu! Vibracion unánime de dos fibras heridas por la n13iio del destino! quién mas feliz que Lida? Psnaba y er,a amada. Al septimo dia, despues del de la boda, recibió Abigail una órden del Virey en que le orcier~abau3irse inmediatamente con su rejimierito [9] acantonado en el Callao, para delcnder la población de cualquier tentativa cie desembarco de !os piratas estacicnados en el cabezo de la isla de San I,orenzo. Oficial puntionoroso, se despzdió de su esposa ofre- ciendo volverla á ver tan luego como las ateriiones de1 servicio se lo permitieran. IV AYER, HOY, MAÑANA Esclava que acaricia la cadena que liga sus rniembrcs, mariposa que abandona el verjel y quema sus alas tornasolacias el resplandor de uria lámpara :Algo mas era ayer nuestra patria? Pobre Virgen! Tus mas sentidas canciories se confundian con el jay! del moribundo, y cada aurora te traia una nueva pena, y cada rayo de luz se quebraba en las tinieblas de t u humillacion, y cada hora en el reloj de t a existencia añadia un eslabon á tu cadena. Está escrito que un pueblo se regeneza con el bautismo de sangre y tus hijos ¡patria rriia! se apiñaron en redelor de la enseñanza que San Martín y Golívar, precursores del presente, levantaron el1 tus llanos. Porque el presente que ellos soñlron era la Libertad. Era la República. <Quién no ha sentido al salir de las tinirblas hc r i d~ssus pupilas con el resplandor del sol? <Qrni&nno ha llcrado con e! Profeta, ante los muros de Jerusalen? Y nosotros, ger~eracionparásita, que si3 1101 haber vivido en la noche existimos en el dia, nosotros flores henchida3 de perfume y vida; nosotros, los que decimos tenemos patria, quizá, negamos un recuerdo al Cristo del ayer. Nosotros, para quienes el astro rey no se hunde en el Oceano; creemos eterno el Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957
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