Fénix 12, 78-141

FENIX -No, amigo mio- la odio -Cáspita! Entónces dejadla en paz. -Es muy dulce la venganza, Juan Frar:cisco. Uno de los bandidos se acercó entóc- ces á ellos dejando percibir un leve sonido. -¿Que hay.? -Siento ruido. -Tienes buen oido, Lebrej; díjole el geíe dáridoie r::1a palmadita ea el hombro. A su escondite cada cual. Y el cemino quedó sol5ta*lo pareciendo que el bosque era un abismo donde iban 6 sumerjirse los bandidos. En efecto, una caiesi se acercaba pausadamente repitiecdo el éco el mor.Ótono so- nido de las ruedas. De pronto rodearon los ba~ididosla calesa á la voz de -¡Alto! Un grito resonó cn el interior dei carr~iajede donde sacó ei capitan en brazos una mujer desmayada. -Ahora, muchachos, á cabalio y á bordo. E l capitan dió el ejemplo co!ocai~do delante de la silla tan les? carga y la comi- tiva se dirijió hacia la mar brava: mientras el ca!esero, [14] asiistsdo con lo terrible del lan- ce, no sabia que partido tomar. LEONA LA VENECIANA La cámara del capitan de la fragata Reina estaba alumbrada c~&bilme:lfrepor una bujía, quedando casi á oscuras un estremo de ella en el que habia un lecho de madera y un pequeño estante. Al lado de una mesa cubierta de vinos españoles :e veía. unc sii!a, en la que estaba reclinada una mujer jóven y bella. Estaba ciesmaynda. Al estremo de la cámara donde no a!ca.nzaba el resplandor de la liiz se percibia inmóvil y de pié una figura vestida be 11eoro. Solo por el brillo fosfErico do sus ojos se habría conocido que era un ser animado. E l capitan descendió de la cubierta; re acercó a la inesa y bebió un poco ¿e vino. -Ya se ha arrojado el brulote.. . Si el viento nos favorece y ¡o lanza sobre la población, esta misrna noche vendrán a nuestro poder las inmensas riquezas encerradas en el Callao. .. iOh! Seré muy feliz si mi s ~ e ñ o dorado se realiza; porque entónces tendré tesoros, habitaré palacios; tal vea el amor me hará ho; ~i.ac: o; porque mi existenci:~ tocia se realizará en brazos de ella. Luego, lanzando ,7 1a desmsyaaa una ardiente nirada, ci::;tiniió -¡Ella! ¿llegará á amarme? ~ T a c t afelicidnd pcdrá sopertar mi esi;íi.itu? ¿Y que he hecho 1151 para conseguir su cariíío? Robarla 6 su espnro iXnf,?nii&! Infamia! Púsose entonces de rodillas ante la jóvm estrechando sus mancs de nieve entre sus ardientes manos. iOh Lida! alma mia! vuelve en tí! Si despertaras de ese sueño de ánjel y leyeras en el fondo de ini alma, si supieras clranto f e amo me compadecerias. . . . . Y acercó sus labios 6 la mano de 1.a jóven que se estremeció como al contacto de una ascua y volvió de su letargo dando un grito. -¿Dónde estoy? -A mi lado, señora; cerca de un corazon qur? as adora. -Ah! todo lo comprendo, monstruo. -Merezco tus insultos Lida; pero no me desprecies porque ic amo. Y la infeliz hizo un esfuerza para levantarse; pera sus rodillas vaciiarori y volvió á caer sin fucrzls en el asiento. -Me odias, Lida? Eres i;ljiista. iCrces que se pt~ededeci; 31 corazón, te mando que 110 palpites, tc ordeno que no ames? El dia t i . tu desposorio pasobn c!isfrazacio para Lima; t e ví, Lida, radiante de juventud y herinosi;ra y desde entonces jirirí. que serias :&a. Amame, alma de mi ser, con el amor infinito, .ardiente, devoredor ccn que te adoro. -La muerte antes que ser vuestra, infame. E l palido semblante del capitan se coloró entónces por la rabia. Sintió que la sangre se [16] agolpaba á sus ojos y con iln acento que mes ce asnnlejaha cl rujido de una fiera que al humano, esclamó. -No, mujer orgullosa, vivirás. T u virtud, tu belleza misma servirá s»lo para alhagar mis caprichos. Estás en mi poder, insensata. ¿Y quién podrh libertarte? Esclava. . . . .soy in señor. ¿Entiendes? Eres mia para siempre. Esclava, tu dueño quiere placeres. ¿Que le importa tu corazon? y estrechaba los brazos de la jóven procurando atraerla hacia su pecho. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957

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