Fénix 12, 78-141
FENIX Como ya observa Riva Agüero, la influencia que debió ejercer Ea lec- tura del "Gonzalo de Oyón': es tan manifiesta que el ilustre polígrafo no duda en decir que aquella leyenda está escrita a imitación de este poema. Por lo demás, Palma siempre recordó el consejo del insigne colombiano como deci- sivo en su formación. En carta tan conocida a Luis CapeEla ToIedo le dice: "Recibí, mi General y amigo, su estimable carta de 19 de enero de 1880 y con ella el precioso autógrafo de mi emigo y maestro Ju- lio Arboleda. Era yo casi un niño cuando coriocí a don Julio en Pa redncción de "El Intérpnete", diario de Lima en el que era yo, a la vez que es.tudiaba en el colegio y escribía mis primeros versos, ayudante del cronista". " . . . . . don Julio -continúa recordando- me tomó gran cariño y me obligaba a ir por las ~oche sa su casa, donde me daba lecciones de inglés. Ya ve usted que tengo motivos para que la memoria de don Julio me sea muy querida." Se explica el ascendiente de Arboleda con el ejemplo del poema "Gon- zalo de Oy6n", si se recuerda que su mejor elogio proviene de don Marce!ino Menéndez y Pelayo, al calificarlo como "el más notable ensayo de la poesía americana en la narración épica". En verdad, reviste una fuerza de expresión a ;O com- cuya sonoridad era desconocida y en él se tratan, a veces con delic-do- paraciones y otras ron vigorosos y apasionados alardes, al impulso de una inspiración sin limitaciones, los cuatro temas que compendian el idealism~ romántico: el amor, el paisaje, la patria y la religión. Algunas de sus estrufas merecen recordarse y mencionar, de paso, que muchas fueron escritas en Lima: "Hay un valle feliz: su tierra ondula en continuas y plácidas colinas, que la brisa al pasar besa y adula; por ese valle en ondas cristalinas el agua precipítase y circula serpeando entre flores purpurinas; y al fin de aquel Edén verde y riente la ilustre Popayán alza la frente. Y más allá, como inmortal gigante, alza la frente el Puracé sublime; a veces terso, cándido, brillante, sus anchas basas en silencio oprime; otras, envuelto en nubes, retumbante, arroja e1 fuego que en sus antros gime, y en sus esfuerzos, o estremece el suelo, o incendia en llamas la extensión del cielo. Aquí la vasta cordillera empina en fantásticos riscos su cadena; allí en vaivén, elástica se inclina sobre el tallo gentil de la azucena, Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.12, 1956-1957
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