Fénix 14, 3-95

Y esta razón la tenían, por tanto, más fuerte cuanto era cierto y evidente que lo que sería pura diversión entre gente menos rústica ó más despejada, debía ser estudio muy tirado y de mucho tiempo con los indios del Ma- rañón. Aunque no parecen mal fundadas las referidas razones, pero las pruebas más fuertes y convincentes contra la fuerza de ellas, y con una plena disculpa, son las pruebas de hecho de otros misioneros, de los cuales propondremos algunas. "El P. Bernardo Zurmillén, siendo misionero del pueblo de la Laguna, habilitó á ocho Ó diez muchachos para cantar Misas de cantos tan armo- nisos u bien ordenados, que 6 juicio de algunos padres acostumbrados á oir en Europa Misas de buenos conciertos, no tenían en qué ceder á los más armoniosos y arreglados de una capilla de música completa. Man- tuvo aquel misionero la m-hsiea mientras lo fué de aquel pueblo y la fo- mentó siendo superior de las misiones. Faltando los cantores después de su muerte, tos misioneros que le sucedieron ó no supieron sustituir otros cantores ó dejándose llevar del modo de pensar arriba insinuado, des- cuidaron mucha tan loable práctica. Sin embargo de esto, en el tiempo del arresto de los misioneros se conservaban en la Laguna cantores que, á tres voces, entonaban con armonía, orden y buen gusto todo lo tocante á una Misa bien arreglada, señalándose entre todos un primoroso con- trapunto por su elevación y dulzura, que seguían dos tiples de niños muy agradables, 6 quienes daban mayor gracia tenor y bajo de cuatro indios bien acordes. Estos mismos cantaban con suavidad, dulzura y consonancia la Salve y Letanía, según el método del P. Zurmillén. "En la reducción de Santo Tomás de Andoas, había todavía vestigios y reliquias de la celosa industria del P. Wenceslao Brayer, que enseñó 5. cantar la Misa á media docena de niños, hizo aprender á tocar el arpa en Quito á un mozo Andoa, costeándole todo lo necesario desde la mi- sión, enseñó por sí mismo á tocar el violln, en que era eminente, á varios indiecitos y de esta manera, mantuvo un coro muy lucido durante su resi- dencia en aquel pueblo, que tuvo la desgracia de otros, porque aflojando los sucesores en este cuidado, se fué casi olvidando la práctica, que había costado tanta aplicación y trabajo. "En el pueblo de los Yurimaguas, se introdujo desde Lamas el canto en que son singulares los mestizos de esta ciudad, así por el metal cele- brado de sus voces, como por la aplicación y afición á cantar, que sin entender de notas, aprenden al oído cuanto quieren. Algunos misioneros hicieron pasar desde Lamas, varios de los más diestros en cantar la Misa, y entregándoles algunos niños para la enseñanza, lograron en varios tiem- pos cantores bien hábiles. En los últimos años, hacía de maestro de mtí- sica un indio, capitán de los Azuares, que enseñado a leer y escribir por el P. Alvelda, tomó a su cargo, imponer en el canto á varios niños, que salieron insignes en el arte y hubiera adelantado mucho más la música en el pueblo, si el último misionero, Leonardo Deubler, operario de mu- cha autoridad y de casi cuarenta años de ministerio, no hubiese sido de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.14, 1964

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