Fénix 16, 212-242
FENIX Al tener más libros, pudimos dedicar un estante para los niños; pero el lu– gar de la lectura tenía que ser el mismo que el de los adultos, por lo que optamos por un horario especial; a medida que las alumnas tuvieron más confianza, nos trajeron sus lecciones, para que las ayudáramos y decidimos que pese a todas las teorías que conocíamos sobre Bibliotecas Infantiles, lo principal y primordial era servir al público; y formamos una colección básica para escolares. Al trasladarse la Biblioteca a un Salón de regular tamaño en el local del Concejo pudimos tener un rincón para niños y entonces pusimos en servicio las dos colecciones: la de esparcimiento y la escolar propiamente dicha. El rincón para niños no era, sin embargo, la solución ideal; el público me– nudo necesita un ambiente más amplio, donde tenga cierta libertad de movi– miento y pueda permitirse algo de ruido; el adulto desea paz y tranquilidad cuan– do lee; además no teniendo personal especial a cargo de los pequeños, tuvimos más de un conflicto para convencer a los lectores que es tan importante para el bibliotecario atender el pedido de una figura muy bonita que vio un niño en un li– brito de pasta verde, que el pedido de la última legislación sobre empleados pú– blicos; ustedes podrán decir que primero se atiende lo más importante, pero si seguimos ese criterio el pequeño lector se sentirá defraudado y debemos conside– rar que él representa a nuestro futuro lector adulto. Al construirse el nuevo local, pequeño pero funcional para el momento, es– trecho e incómodo en la actualidad, se separó definitivamente al público adulto del infantil, quedando el juvenil sin una colocación determinada, molestando siempre al adulto y molestándose a su vez con los niños; por eso después de dos afios de servicio y de continua observación, llegamos a la conclusión, de que era imprescindible, urgente y necesario, hacer una tercera Sala dedicada únicamcn– te a los jóvenes. Ahora bien, no se puede delimitar con exactitud al lector niño del lector joven, puesto que las necesidades de lectura de los niños y adolecentes no de– pende tanto de la edad cronológica, sino de la edad mental, de la afición y cos– tumbre de leer, de los años de estudio, del ambiente de su casa y colegio, de la comprensión de los problemas de la vida, en fin, de las circunstancias que ro– dean su vivir. Entonces la separación la hicimos en base a un criterio escolar: Sala de Ni– ños para Primaria y Sala de Jóvenes para Secundaria, quedando entendido que si un joven está cursando instrucción primaria en una escuela nocturna, tendrá carnet de la Sala de Jóvenes pudiendo usar la colección de la Sala de Niños. En realidad la observación de cada lector, la conversación con él o con sus padres, cuando estos se interesan, es esencial para determinar la lectura que conviene en cada caso; es el tino del bibliotecario que sugiere y no impone, que se acerca y crea vínculos con sus lectores el que norma y rige el sistema de lectu– ra de su público. Para que la transición no sea tan fuerte y para que el lector no tenga que pasar dos veces por la inseguridad de un cambio de Sala, que aunque parezca mentira, les produce impresión y se corre el riesgo de perderlo, nosotros Inscribí- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.16, 1966
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