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72 FENIX nes y sugestiones, aquellas que se juzgan más útiles y urgentes en vista de los datos que se reciben. Está ya en prensa un MANUAL de organización de bI– bliotecas, escrito especialmente para nuestro país, con objeto de presentar un cuadro de conjunto sobre lo que las bibliotecas peruanas de provincias pueden en general hacer hoy para mejorar sus servicios. Nuevos instrumentos técnicos han de llevarse muy pronto a conocimiento de quienes hoy tienen a su cargo las bibliotecas de provincias. Un Cursillo de Capacitación para el Personal en Servicio ha de dictarse en la Escuela Nacional de Bibliotecarios en el segundo semestre de 1964. La adquisición de una máquina reproductora de fichas per– mitirá enviar, junto con los libros, las fichas de catálogo correspondientes a ellos. El propósito de este plan de cooperación tnterbibliotecaria es movilizar los re– cursos actuales de nuestras bibliotecas y potenciarlos al máximo, sin omitir nin– guno de los resortes que pueden ser puestos en acción en las circunstancias ac– tuales. El criterio fundamental ha sido el de tomar en cuenta la situación pre– sente de las bibliotecas, erigir sobre ella los esfuerzos que han de hacerse y evi– tar planes que constituyan meros esquemas técnicos. En nuestro país, los planes de desarrollo se han concebido una y otra vez como procesos teóricos, articulados con las normas de técnicas universales. Es preciso más bien, en una etapa en que madura a ojos vistas la conciencia de las tareas específicas que hay que lle– var a cabo para consumar el desarrollo, pensar en los planes como procesos his– tóricos. Tales procesos se llevan a cabo dentro de circunstancias determinadas y por personal que todavía está lejos, en general, de transformar de la noche a la mañana a nuestras instituciones en estructuras teóricamente perfectas. Un plan llevado a cabo sobre estas bases es de realización difícil pero segura. Es, entre todos los posibles, el más rápido. La Biblioteca Nacional ha omitido, por ello, algunos recursos espectaculares, como por ejemplo la distribu– ción ciega del dinero proveniente del Fondo San Martín a las municipalidades de provincias. Muchas de ellas recibían hasta hace poco una cantidad insignifi– cante, que en verdad era un producto del tráfico de influencias, cantidades que a la postre resultaron gastadas inútilmente, inversiones colocadas allí donde era imposible lograr los frutos que se deseaban. El dinero así dispensado servía en muchos casos para pagar el sueldo de un funcionario que no tenía a su disposi– ción ni un solo libro que ofrecer a sus lectores. En ausencia de locales y de libros y de todo material que semejara una biblioteca, el escaso peculio que el Estado tiene para fomentar el desarrollo de las bibliotecas municipales públicas, se perdía irremisiblemente. La Biblioteca Nacional, al recibir el encargo de ad– ministrar el Fondo San Martín, optó por los métodos que se han enumerado más arriba. Es evidente que las bibliotecas, al igual que muchas otras instituciones, progresan el día de hoy en nuestro país en forma asimétrica. A lgunas están ya listas para convertir la ayuda del Fondo San Martín en obligaciones de servicio que pueden cumplirse realmente. Otras, en cambio, carecen de lo indispensa– ble. En todo el país germina con vigor la necesidad de la biblioteca pública. Las visitas de nuestros bibliotecarios, los testimonios expresados en cartas y comunicaciones dirigidas a la Biblioteca Nacional por instituciones de la más Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.16, 1966

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