Fénix 16, 5-40

SERVICIO DE EXTENSION DE LIMA UNA EXPERIENCIA DE BIBLIOTECA PUBLICA 21 Mi primera experiencia de biblioteca pública fue el año 1963 que pasé como bibliotecaria en la Biblioteca del Malecón del Rímac, Estación Bibliotecaria que fundó y mantiene el Fondo San Martín desde el año 1958 con la intención de promover la lectura mediante el préstamo de libros en este vasto y populoso distrito de la Ciudad de Lima; su radio de acción abarca la Avenida Francisco Pizarro hasta Villacampa por el Norte, y las barriadas de Piedra Liza, Cantagallo, Villa Fátima y 3 Compuertas por el Sur. El comienzo no fue, por cierto, muy halagador. Yo percibí que la Bi– blioteca era un elemento extraño en la colectividad y hasta había personas que mostraron cierta hostilidad; cuando los reglamentos son muy rígidos, algunas veces producen estos efectos. Esto no podía seguir así. Además la biblioteca era muy poco concurrida, especialmente por los niños y no es que faltaran libros para ellos. Los meses en que mayor préstamo se daba, llegaban a 350, siendo los lectores infantiles los menos beneficiados. Yo procuré tratarlos con todo cariño para atraerlos y aun les regalaba dulces, lápices, etc. Al poco tiempo llegó la Pascua y se me ocurrió adornar la biblioteca y anunciar que habría una pequeña fiesta con regalos, dulces, etc. Desde ese mo– mento la concurrencia infantil fue creciendo y al mismo tiempo aumentó el préstamo. Había llegado la época de vacaciones y las madres de familia prefe– rían enviar a sus hijos a la biblioteca y allí encontré tal riqueza de lectores de todos los tipos, niños y niñas, tímidos, audaces, respetuosos y algunos revoltosos que llegaron a tener en la biblioteca tal confianza que no era de extrañar ver a nn niño sentado en las gradas leyendo junto con su amigo; el ambiente informal es el ambiente del niño y se le obliga a portarse como un adulto se cohibe; habían dos niñitas de 4 a 5 años, que todas las noches iban, no sabían leer, pero les encantaba que yo les contara cuentos. En cambio otra familia de 5 herma– nitos muy alborotados, no había forma de tenerlos quietos; con todo, 2 de ellos tomaron parte en los concursos del cuento y de dibujo que hicimos durante el verano. Ambos concursos tuvieron regular concurrencia. Se formó un jurado compuesto de las Sras. Lily de Cueto, Carmen Checa de Silva y la que escribe, quienes determinaron los cuentos premiados; el primero se publicó en el Suple– mento dominical de un diario de gran circulación en Lima. Llegada la temporada escolar, hubo una mayor afluencia, tan es así que tuvimos que abreviar algunos de los registros que se llevaban, como el de los libros sacados por cada lector; no nos dábamos abasto. El registro de préstamo fue modificado para abreviar y poder servir con rapidez; prestábamos alrededor de 150 libros por lo menos dos veces a la semana; a ésto debemos agregar la inscripción de nuevos lectores, cotejo de sus direcciones, carnets, etc. Los mu– chachos y muchachas llegaban en grupos, con orden de sus profesores de ins– cribirse y no les daban el carnet del colegio hasta que no tuvieran el de la bi– blioteca. La demanda de textos escolares era tremenda y no alcanzaba todo lo que teníamos; en los meses de mayor préstamo alcanzamos la cifra de 2,000. Claro es que la colección sufre y se dan de baja muchísimos libros, pero es pre- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.16, 1966

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