Fénix 17, 3-33

En la Bi blioteca N aci anal JORGE BASADRE I. EN LA BIBLIOTECA NACIONAL (1915 Y 1919-1930) La estampa de la Biblioteca Nacional, tan familiar para los estudiosos hasta mayo de 1943, es ahora un recuerdo que va esfumándose y embellecién– dose con el tiempo. La puerta de entrada haIlábase en la calle de Estudios; y, al atravesarla, se pasaba a un amplio claustro con sobrios portales en los cuatro lados y espacio descubierto en el centro. Era la clásica vista de un convento antiguo llena de una nobleza que los pretenciosos edificios modernos no suelen tener. A la izquierda, en toda el ala de los bajos, estaba el Archivo Nacional con sus altos y empolvados muebles de madera, llenos de expedientes coloniales. La Biblioteca ocupaba sólo el centro y el ala izquierda del edificio en ese piso. Una escalera de mármol, al extremo izquierdo del patio, conducía a los altos donde tenía sus salas de conferencias y de sesiones y su propia biblioteca la So– ciedad Geográfica, en mi época no muy frecuentada. En ese piso vivió cuando fué director de la Biblioteca don Ricardo Palma con su familia. Antes de entrar en el recinto mismo de ella, encontraba el visitante en los últimos años anteriores al incendio, la columna sobre la que se erige la cabeza del tradicionista, esculpida por Piqueras Cotolí. El pequeño corredor siguiente daba acceso, a la derecha, a la sala de Dirección, a la izquierda, a un depósito de revistas y al fondo al salón de lectura. La Dirección tenía sólo los muebles necesarios, sin ostentación alguna y en sus estantes de madera guardábanse al– gunos documentos considerados muy valiosos como los tomos correspondientes al archivo Paz Soldán y los folletos de la colección Zegarra. Un retrato de don Ricardo Palma, obra de Teófilo Castillo, pendía de la pared detrás del modesto escritorio del director. La sala de enfrente, nunca abierta, albergaba colecciones casi jamás usadas de revistas europeas, sobre todo españolas y francesas empas– tadas, que se repartían en las estanterías pegadas a la pared en el piso bajo y en un altillo al que se subía por una escalera de caracol perteneciente a la misma armazón. Más al fondo, ya colindando con e! Archivo Histórico, había todavía una segunda sala de depósito por nadie visitada, sin estanterías, donde en e! suelo yacían en imponentes montones, revistas europeas sin encuadernar, la mayoría perteneciente a los años posteriores a 1912 y anteriores a 1918. Entre ellas estaba El Motín, periódico Anarquista de Barcelona, seguramente encargado por Manuel González Prada. En el largo salón de lectura, habían, más o menos, unas cincuenta sillas muy cómodas con sus mesas correspondientes, una larga al centro y otras pe– queñas a los costados, todas ellas hechas en forma tal que los libros o periódicos pudiesen ser consultados en la forma más fácil. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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