Fénix 17, 3-33
18 l'ENIX Dewey (en gran parte para que luego fuese accesible a otras bibliotecas perua– nas) pero con supresiones, modificaciones y expansiones, a fin de adaptarlo a la realidad geográfica, histórica y étnica del Perú. La parte sobre Derecho y Le– gislación llegó a ser elaborada a base del programa de la Facultad de Derecho de San Marcos. Hubo también enmiendas importantes en la sección Literatura. La historia del Perú y la historia local fueron objeto de una expansión deta– llada. El estudio de los indios mereció una detenida consideración y el ma– terial correspondiente quedó distribuído en varios lugares adecuados. La cla– sificación correspondiente a Educación fue obra de Mercedes Gazzolo de Sangster. El catálogo de la Biblioteca Nacional no sólo se convirtió en un instru– mento de constatación y orientación acerca del patrimonio que en este instituto llegó a acumularse sin cesar. Fue una guía, en múltiples asuntos de carácter único, por no haber en el Perú abundancia de bibliografías generales o especiales. En relación con la literatura nacional superó pronto y en mucho a la obra editada años atrás por Sturgis Leavitt. Lo mismo cabe afirmar en otras materias funda– mentales. El católogo se convirtió, repito, en una pauta que permitió saber donde estábamos en el campo de la producción bibliográfica peruana y sirvió de orien– tación para canjes y compras. Obtuve una confirmación de mi teoría de que es posible, aún a las alturas de mediados del siglo XX, erigir una espléndida colec– ción peruana cuando en 1947, en un viaje a Estados Unidos con motivo de la Asamblea Internacional de Bibliotecarios, me fué dable visitar la casa del mi– llonario Rosenwald en las afueras de Filadelfia. Fué una tarde inolvidable, den– tro de un mundo no conocido. Almorzamos en aquella espaciosa casa de cam– po y después del almuerzo fuimos a la biblioteca especialmente construida como un anexo, para dar lujoso albergue a los miles de incunables que el señor Rosenwald había adquirido. A pesar de que no hacía muchos años que había inciado su colección allí estaban ellos, con preciosos empastes, limpios, como nuevos. No eran uno o dos incunables, eran miles y de los más reputados. Se me ocurrió entonces que sí había sido posible a un particular reunir en Estados Unidos en corto plazo tan numerosa cantidad de obras europeas de los primeros tiempos de la imprenta, no era imposible al Estado peruano coleccio– nar, a través de muchos años, obras peruanas o sobre el Perú pertenecientes al período entre el siglo XVI y el siglo XX; por más raras o escasas que algunas parecieran no podían ser tan difíciles de obtener como muchos de esos incuna– bles. No pretendo decir que todas las obras de importancia llegaron a ser registradas en la Biblioteca Nacional de Lima entre 1944 y 1948, o que puedan llegar a incorporarse a sus fondos en ediciones originales en el futuro próximo. Sostengo, si, que se formó una buena base para una decorosa colección, supe– rior a lo que pudo esperarse y sin hacer dispendios excesivos y con ahorro de comisiones, porcentajes y "juanillos". Sostengo también que, con más dinero y con celosa constancia y ductilidad inteligente, esa base que ya ha alcanzado considerable incremento, puede ser más ampliada. No es cierto (como algunos creyeron en 1943) que las nuevas generaciones quedasen con el incendio priva– das de conocer y estudiar el pasado del país. Otra consecuencia muy importante del nuevo espíritu imperante en la reconstrucción fue crear un ambiente de confianza pública en la Biblioteca que ha permitdo, a lo largo de los años, valiosos donativos de obras fundamentales y guardar con seguridad las obras adquiridas más tarde, al amparo del clima que surgió de 1943 a 1948. ¡Cuántos relatos podrían hacerse acerca de la búsqueda, o de la obtención o del hallazgo de obras preciosas! Basta citar aquí unos cuantos casos. Por ejem- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967
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