Fénix 17, 3-33
24 despachó la colección a Lima y publicó su catálogo que es una verdadera guía para la historia intelectual de la patria de Andrés Bello y de Cecilia Acosta. En cuanto a las adquisiciones seguimos una política que se resume en la siguiente. frase: procurar obtener todo o lo más posible de lo peruano o lo re– ferente al Perú y tratar, asimismo, de conseguir lo más representativo de la cul– tura clásica y de las obras contemporáneas. Personas especialmente escogidas hicieron el recuento del patrimonio de la Biblioteca en diversas disciplinas im– portantes y de sus necesidades mas urgentes. Especial interés dedicamos a libros de ciencias y de técnica, al extremo de consagrar a ellos una de las salas de lectura. En cuanto a la literatura contemporánea, recuerdo con emoción las re– visiones que llevamos a cabo, en los estantes y con los libros de consulta en las manos, con Sebastián Salazar Bondy, eminente escritor ya fallecido que prestó valiosos servicios a la naciente Biblioteca como Secretario de ella cuando Luis Fabio Xammar se apartó del cargo. La Escuela de Bibliotecarios, cuya creación gestioné ante el Presidente Prado comenzó a funcionar en junio de 1944, con cuatro profesores seleccionados por el Comité de Ayuda Norteamericana a la Biblioteca, cuyo sueldo fué pagado a medias por el gobierno del Perú y dicho Comité. Los norteamericanos eran Raymond Kilgour, Josephine Fabilli que ha trabajado más tarde en varias bi– bliotecas latinoamericanas, Margaret Bates y Elizabeth Sherer retiradas luego de la profesión. Junto con ellos estuvo el destacado experto cubano Jorge Aguayo, ya mencionado. Con gran eficiencia desempeñó la Secretaría de la Escuela en– tonces y más tarde Carmen Ortiz de Zevallos, bibliotecaria graduada en Madrid qué anteriormente me había acompañado en la catalogación de la Biblioteca de la Universidad de San Marcos. Pero el equipo de especialistas, llegado a Lima en enero de 1944, no dejó de ocasionar quebraderos de cabeza. Entre ellos hubo dos personas -el Sr. Kilgour y la Srta. Sherer- que fueron despachados sin que se constatara previamente si sabían hablar o comprender el idioma español; de modo que teníamos que traducir sus lecciones para que ellos las leyeran en clase con su acento típico, sin que pudieran establecer casi contacto verdadero con sus alumnos. No faltó el intentó de usar en clase libros y normas para bibliote– carios de referencia o consulta en idioma inglés, con la idea absurda de imponerlas a nuestra gente. Hubo uno de esos profesores que sufrió de tal manera el "shock" de hallarse solo y lejos de su familia, en un país extraño, en un hotel, fuera del ambiente que las personas cultas consideran natural, que decidió embarcarse en un avión de regreso a su país cuando apenas había comenzado la Escuela a trabajar; me costó una noche entera obtener que consintiera en quedarse. El curso de 1944 se completó con clases dadas por Luis F. Xammar, Alberto Tauro y por mí y también por Alberto Pincherle sobre historia del libro. En fin, la Escuela siguió adelante, en medio de peligros diversos y el curso finalizó. Egresaron en la primera promoción Rosalía Amézquita, Ricardo Arbulú, Amalia Aubry, Percy Gibson, Luis F. Málaga, Agustina Musante, Olivia Ojeda, María Elisa de Otero, Lucy Remy, Carmen R. Rubiños, Ana María Stimman, Carmen Rosa Tola, Abigaíl de Velezomoro y Mary Weston. Lo importante era que ya teníamos un puñado de muchachos y muchachas entusiastas, con los co– mienzos de una preparación, dispuestos, en su mayoría, a pasar por los peores sacrificios para trabajar en la labor bibliotecaria. Ellos instalaron los primeros servicios técnicos y lo que no habían aprendido en la Escuela lo fueron aprendiendo en la práctica diaria porque tenían la conciencia bibliotecaria y el deseo de traba– jar bien; y su calidad. espiritual resultó tan excelente que luego algunos de ellos (Carmen Rosa Tola, Ricardo Arbulú, María Elisa de Otero, Agustina Musante, Olivia Ojeda, Abigaíl de Velezmoro) fueron capaces de actuar como profesores de la segunda promoción junto con Luis Fabio Xammar, Alberto Tauro y yo. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967
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