Fénix 17, 3-33
EN LA BlHUOTECA NACIONAL 25 y un grupo selecto de ella, unido a los abnegados "veteranos" de 1944, sirvió para preparar a la tercera promoción; y así sucesivamente. Entre los egresados de 1945 estuvieron Blanca Adrianzén (que ha enriquecido la bibliografía nacio– nal con una obra sobre bibliotecas de niños) Mercedes Gazzolo, Sara Ráez, Odile Rodríguez y Teresa Silva Santisteban. A las promociones de 1946 y de 1947 pertenecieron: Edith Arauja Arana (de Merino) Lilia Bíttrich Gómez Sánchez (de López ) María Bonilla Rambla (de Gaviria ) Emma Castro Pérbuli Victoria Comoy Mena (de Charwat ) Beurriz Chiriboua Sotomavor (de Dawson) Luciano Herrer:l Vareas . Ramón Poncc Paz - Susana Ricdner Curiel (de Gadea ) Gracie la Sánchez Cerro Mcndoza Alfonso de Silva Lestonnat Violeta Ángulo Morales María Aní.onieta Ballón Delgado Clementina Casas Sundoval (de del Pozo) Ncllv Castillo Cáccres Cristina Duurte Blashka (de Morales) Me lanic Frayssinet Gandolini (de Gayoso ) María Isabel Pastor Carnero Isabel Tamayo Clark (de Bernuy ) Resina Ugarte Salazar (de Bocanegra) Un examen detallado de la Escuela en su primera y heroica época apa– rece en mi artículo titulado "El primer experimento peruano de educación biblio– tecaria" que publicó El Comercio del 19 de enero de 1947. La Escuela no puede, ella sola, ser una panacea para males o atrasos del ambiente. Tampoco es una fábrica de eruditos, ni una proveedora de talento. Ha servido y sirve todavía para poner a prueba vocaciones, eliminar a los frívolos o a los desorientados, fomentar la disciplina de trabajo, estimular el afán para saber y para hacer bien las cosas, ofrecer año a año frescos contingentes que sirven para el ejercicio de nuevas actividades () el reemplazo de quienes se alejan por una razón u otra, irradiar lentamente sobre todo el país y eliminar la peli– grosa tendencia a los nombramientos arbitrarios, debidos al variable favor de la política. Quedó para el futuro el proceso de desligar a la Escuela de la Biblioteca Nacional, hacerla iníluír directamente sobre la vida nacional, renovarla con per– sonal docente de afuera v dar carácter universitario a sus estudios. Milagro parece ahora que, a través de varios años, ni un solo nombra– miento se hiciera por presión de Ministros, Representantes a Congreso, o del propio Presidente de la República. Defendí esa autonomía en nuestro personal técnico con indeclinable energía contra algunas tentativas del Ministro Enrique Laroza, y encontré en esto siempre el más amplio apoyo del Presidente Prado; y el Presidente Bustamante fué también respetuoso con los fueros de la Biblioteca, pese a que alguna vez sufrió tremendas presiones cuando se apeló a considera– ciones humanas y de paisanaje para que extendiera un nombramiento de favor en nuestro instituto de cultura. Impedida por tiempo largo la Biblioteca Nacional de prestar servicio al público, nos empeñamos en que diera constantes pruebas de que estaba viva. Tuvimos una audición radial, colaboramos en la preparación de un noticiario cinematográfico e iniciamos la edición de hasta tres órganos de publicidad: el Anuario Bibliográfico Peruano para hacer la estadística clasificada de la vida intelectual del país (con lo que prosiguió la tarea que iniciara en el Boletín de la Biblioteca de San Marcos); el Boletín de la Biblioteca Nacional destinado a dar cuenta de la marcha de la institución y a suministrar informaciones útiles a los futuros lectores en ella; y Fénix que fue, en principio, un esfuerzo para editar en castellano una revista dedicada a la bibliología, según se ha dicho, la mejor en su género, con acogida, en aquella época, a artículos históricos sólo cuando ellos se relacionaban directa o indirectamente con nuestro establecimiento. No pretendo decir que entre 1943 y 1948, todo ocurrió de la mejor ma– nera posible, o que nunca nos equivocamos. Lo que sí aseguro es que hicimos Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967
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