Fénix 17, 3-33

28 FENIX ~? tenía por qué exponerse. Y fue también el doctor Villarán quien me dió la Iórrnula a ~se otro problema q~e. parecía insoluble. ¿Cómo conseguir dinero p~ra ~onclUIr la casa para l~ B!bhote~a Nacional? La solución (dijo el doctor Villarán) era una ley que adjudicase fondos para aquella obra mediante la crea– ción o el incremento de un impuesto y que autorizara la contratación de un empréstito con dicha garantía. La Caja de Depósitos y Consignaciones (de la que era abogado el doctor Villarán) podía hacer el mencionado empréstito. Solicité entonces a mi estimado amigo y compañero de estudios univer– sitarios Juan Lino Castillo, Superintendente de Contribuciones, la preparación del proyecto de ley que debía presentarse ante el Legislativo. Por fin el doctor Castillo redactó un proyecto que elevaba la tasa del impuesto del registro, el Presidente Bustamante y Rivero le dió su entusiasta aprobación y, con un oficio del Ministro de Hacienda interino doctor Ismael Bielich, fue despachado a la Cámara de Diputados. Intervinieron decisivamente para la rápida tramitación del asunto en esa Cámara los representantes señores Fernando Belaúnde y Augusto Durand. Me dirigí, en seguida, en carta abierta, por medio de los diarios, a la opinión pública en demanda de su apoyo para la proyectada ley y fue unánime la simpatía con que tal solicitud fue recibida. El Senado aprobó la ley que lleva el N9 10361. Con la garantía de los fondos por ellas asigna– dos, fue tramitado un préstamo de tres millones de soles, aprobado por Reso– lución Suprema de 11 de febrero de 1946. Merecen gratitud por su intervención en el asunto el gerente de la Caja, señor Manuel Ferreyros y el presidente del Directorio Pablo Recavarren. La obra se reanudó y los gastos correspondientes a los nuevos fondos continuaron, como antes, bajo la exclusiva jurisdicción del Ministerio de Fomento. Hacia enero de 1947 fuí informado de que ese dinero no era suficiente y que de nuevo los trabajos corrían riesgo inmediato de paralizarse. La pesadilla que habíamos evitado volvía más amenazante. Asumí de nuevo la responsabilidad de emprender una gestión, muy similar a la de 1946 aunque en mucho peores condiciones. El proyecto de ley respectivo, preparado, a mi solicitud, por el Superintendente de Contribuciones, doctor Enrique Vidal fue enviado por el Gobierno al Congreso, nuevamente por decidido impulso del Presidente Busta– manteo Bastante más difícil fue para mí gestionar que se acelerase la respectiva tramitación, pues ya la lucha política hallábase muy enconada. Aprobado, sin embargo, el proyecto fue remitido al Senado y allí iba a ser sancionado casi me– cánicamente, sin que muchos de los presentes a la sesión se dieran cuenta de que en Diputados se había introducido una modificación, creando una comisión administradora de fondos (que debían ser para la Biblioteca Nacional y otras bibliotecas públicas) bajo la presidencia del Rector de la Universidad de San Marcos e integrada por un grupo de los personeros de las Municipalidades (en– tonces en poder del partido aprista) más el Director de la Biblioteca Nacional. El Senador doctor Luis E. Galván detuvo hábilmente la votación inminente, has– ta que pudiera estudiarse con más calma el asunto. La maniobra de crear, en forma subrepticia, un manejo político de los fondos logró ser, así, detenida a última hora. La ley 10847 de 20 de enero de 1947 creó el impuesto a las ven– tas al por menor de joyas y objetos de lujo de uso personal o decorativo y ador– nos. Otorgó esta ley 600,000 soles anuales para atender a los gastos que deman– dare la terminación del edificio de la Biblioteca Nacional así como para las insta– laciones, mobiliario y equipo, y autorizó una operación de préstamo con ese objeto. Al mismo tiempo, la ley abrió una nueva era para las bibliotecas mu– nicipales al dotarlas de un fondo especial, el fondo San Martín. No obstante su promulgación, la ley N9 10847 no fue considerada, en cuanto a sus objetivos, por el Ministerio de Hacienda al hacerse los cuadros de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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