Fénix 17, 63-91

72 FENIX primeros libros individuales. ~n el.a?tiguo Egipto, la~ "Enseñanzas de Ptahhotpe" -normas morales para el bien VIVll"- datan del siglo 26 A.C. que es cuando se sabe vivió este personaje (18). La fama del autor y su obra fue muy grande, pues perduró firme por más de 20 siglos en). A la elaboración de los "Textos de las pirámides" se le atribuye similar antigüedad (5~ dinastía, S. 26 A.e.) y éste es el "libro de libros" egipcio más antiguo C!O). Las "Inscripciones de Gudea" datan del siglo 24 A. C. y fueron mandadas grabar por este príncipe sumerio, con el objeto de recordar la vida religiosa de la ciudad de Lagasch (al sur de Babilonia), especialmente la construcción de templos. La "Tabla de Anittas" (S. 20 A. C.) fue hecha por mandato del rey del imperio de Hatti de este nombre. En escritura hitita y en forma de carta, el monarca narra los pormenores de su reinado, sus hazañas bélicas y aun abunda en datos autobio– l~ráficos. - Con lo expuesto, se puede apreciar que en los libros más tempranos de la humanidad ya había variedad de tipos. Concretamente, se puede diferen– ciar libros que dan una perspectiva grandiosa de la eternidad y que se ocupan de los problemas invariables que acompañan a la existencia humana, y en el otro extremo, libros que pretenden perennizar lo finito y cotidiano en su intrascen– dente y relativa singularidad, engañados por el fugaz resplandor del presente. Más adelante, en las civilizaciones griega y romana, inmediatas antece– soras de la actual, se puede notar también dos grandes órdenes en los libros y en la lectura. Un pequeño porcentaje de la población total -pues había esclavos y clases sociales con limitados dcrechos- tenía en la lectura la preparación para la ciudadanía (21). Para esta gente, el motivo cultural estaba estrechamente vinculado al utilitario, pues la cultura adquirida era requisito in– dispensable y afianzaba su situación social de privilegio. Todo un grupo reci– bía el legado cultural del pasado, pero pocos hombres eran los que lo entendían, amaban y aprovechaban verdaderamente. Seguramente esta restricción era el producto negativo, aún en pequeña escala, de la incipiente modalidad obligatoria del aprendizaje cultural, Había, cn consecuencia, una lectura obligatoria y una lectura optativa (no existía la lectura-placer en los grados inferiores que hoy se practica). Para comprender la razón de ser de la lecura optativa de entonces ---y de siempre, para quienes la comprendan-s-, nada parece mejor que buscar en Séneca (65 AC-4) su exposición: Sólo gozan de la quietud aquellos que se desocupan para admitir la sabi– duría y sólo ellos son los que viven, porque no sólo aprovechan su tiempo, sino oue le añaden todas las edades, haciendo propios suyos todos los años que han pasado, porque aquellos Clarísimos inventores de las sagradas ciencias nacieron para nuestro bien y encaminaron nuestra vida: con trabajo ajeno somos adies– trados al conocimiento de cosas grandes, sacadas de las tinieblas. Ningún siglo nos es prohibido; a todos somos admitidos, y si con la grandeza de ánimo qui– siéramos salir de los estrechos límites de la imbecilidad, habrá mucho tiempo en qué poder esparcíamos. Podremos disputar con Sócrates, dificultar con Carnea– des, aquietarnos con Epicuro, vencer con los estoicos la inclinación humana, ade– lantarla con los cínicos, y andar juntamente con la naturaleza en compañía de todas las edades. ¿Cómo, pues, en este breve y caduco tránsito del tiempo no nos entregamos de todo corazón a aquellas cosas que son inmensas y eternas y 18. los países. 19. 20. 21. Diccionario Literario, de obras y personajes de todos los tiempos y de todos Pirenne, Historia de la civilización de! antiguo Egipto. Diccionario literario. Monroe. Op. cit. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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