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76 FENIX demente a la industria editorial y a las actividades bibliotecológicas. Bostwick en) dice que, para cumplir su nueva función social, el concepto de "biblioteca" -se refiere principalmente a la pública- ha tenido que cambiar tanto como el con– cepto de "buque" o "lámpara" en los últimos tiempos. Kreibohm (32), en ejem– plo elocuente, equipara al libro actual con el arado y la vivienda, como factores de cultura. La reciente ciencia de las comunicaciones estudia la comunicación humana y sus diferentes medios, considerando a ésta como el "traslado de una determinada complejidad desde un punto a otro del espacio-tiempo". (33). El li– bro es para ella un medio de comunicación más, agrupado al lado de la prensa, el cine, la telegrafía, la telefonía, los discos, las máquinas electrónicas, etc. Esta definición es tal vez la más clara que se puede tener sobre el concepto del libro actual. La "complejidad" que el libro traslada mayormente es de índole cultural, porque sus características lo hacen más apto para ello (por eso es el instrumento principal de la ilustración masiva), pero también traslada mensajes diversos, algunos de contenido tan distante de las zonas tradicionales de la cultura que ciertamente en otra época hubieran sido considerados indignos de ocuparlo. El concepto actual de libro corresponde indudablemente al de los libros del momento. Y aun. se puede precisar que se le asigna dos grandes funciones: la primera, divulgar entre todos los individuos de la sociedad las zonas tradicionales de la cultura (ilustración); la segunda, comunicar mensajes variados, necesarios para la marcha de la sociedad, en su mayoría ubicables bajo los amplios rubros de la ciencia y la tecnología. El libro actual tiene un valor subordinado estrictamente a la utilidad colectiva; es un instrumento de la sociedad de masas. Este concepto del libro es el que rige en la práctica social de la lectura y el que se trasluce, por ejemplo, en los resultados de la encuesta norteamericana examinada. A la luz de los elevados fines de perfeccionamiento individual que en épocas pasadas mayormente se buscaba en los libros, los propósitos que hoy llevan a ellos pueden parecer Ínfimos y hasta ridículos. Sin embargo, hay que considerar que el libro ha dejado de ser objeto del campo individual para pasar al campo de las multitudes, y, en consecuencia, las relaciones que con él se tiene deben juzgarse dentro de un nuevo ámbito, completamente distinto al que enfoca el comportamiento individual: la sicología de las multitudes. Gustave Le Bon (84) afirmaba, hace más de medio siglo, que la socie– dad occidental se estaba transformando en una sociedad de masas; el vaticinio es ahora, en gran parte, una realidad. La sociedad de masas se ha posesionado del libro y lo ha modificado y lo trata en la forma que más acomoda a sus carac– terísticas sicológicas. Se sabe que la masa es un conglomerado de individuos, en el cual, no obstante, desaparecen las individualidades, y los potenciales in– telectuales, en vez de sumarse, se anulan recíprocamente, originando un bajísimo nivel intelectual. Una afectividad elemental es lo que guía a la masa; sus actos son mecánicos, casi ciegos. Todas las funciones síquicas superiores -sentimien– tos y vivencias de alguna complejidad- desaparecen. Lo que predomina en ella es un fondo común de animalidad, irreflexiva pero bastante amaestrada por mi– lenios de civilización (3;'). Conociendo estos rasgos de las multitudes, se puede entender bastante la degradación que en su poder ha sufrido el valor del libro. Por otro lado, la ex– plicación que se podría dar sobre la frecuencia con que aparece en la teoría un 31. Bostwick, La biblioteca pública cnlos Estados Unidos. 32. Kreibohm, Presencia del libro. 33. Teoría de la información. 34. Le Bcn, La psicología de las multitudes. 35. ta., id. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967
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