Fénix 17, 63-91
80 FENIX te Valéry L~rbaud.: en la sociedad se encuentra a una gran mayoría que sabe leer en _la nll.sma Iorma que sabe, por ejemplo, montar bicicleta y usar el telé– fono (J"). CIertamente, la posesión de la facultad de leer como exclusiva habi– fjd~d. mecán~ca, n? es, en manera alguna conveniente, pero se explica por la ?eftclente orientación ce la Educación en su enseñanza y por el posterior uso l~ltenso. q~e se deb.e hacer d~ .e}la en la sociedad, como mero instrumento prác– treo (diarios y revistas, publicidad, toda clase de gestiones, etc.) Dice Salinas (Jo,), que en el colegio, no se enseña las primeras letras con sentido, mostrando que reflejan entidades reales. Por el contrario, se li– mita el proceso del aprendizaje a su fase mecánica, dando un rudo golpe al in– terés -en embrión- del niño por la lectura. La mejor prueba de que existe este defecto y de que admite poseerlo la Educación, es que en Norteamérica ha tratado de subsanarse eon nuevos métodos, entre los cuales está el de Meriam, quien sostiene que el mejor medio de enseñanza a leer es no enseñar formal– mente, sino proporcionar solamente a los niños la oportunidad de que pongan en juego ciertas funciones relacionadas con la lectura; siéndoles necesario leer, en alguna forma, para poder aprender, incidentalmente aprenderán a leer (4í). Este criterio se opone a todas las modalidades de enseñanza sistemática, pero puede ser la clave para robustecer el natural interés del niño por las realidades escritas y llevarlo paulatinamente a la adquisición de una cabal facultad de leer. En los años posteriores de la enseñanza escolar, se hace tan mal uso de la lec– tura que frecuentemente se acaba por crear aversión en los alumnos hacia ella. Se ignora que en este proceso el lector debe comportarse en cierta manera activa ·--creando o recreando- y se obliga, por el contrario, al educando a una monó– tona actitud pasiva -el "estudio"- que llega a resultar invariablemente tediosa. Por otro lado, el poco cuidado técnico puesto en la disposición y redacción de los textos escolares, los hace por sí poco agradables (por ejemplo, en Norteamé– 1 ica -yen el Perú también- suelen estar recargados de palabras (48) ). Hay además importantes factores que por su sutileza pasan inadvertidos en los textos escolares y que sin embargo son decisivos para el interés del educando por la lectura. Tales son, por ejemplo, la longitud de las oraciones, la cantidad de palabras desconocidas y de pronombres y aun el número de sílabas en una ora– ción eH), Sin embargo, aunque trunca, la facultad de leer es una adquisición cultural que ha hecho la especie humana cn el siglo XX. Y como adquisición dc la sique, ha tenido que seguir inexorablemente la dirección que impone ésta a todos sus contenidos: la búsqueda de placer (según Freud, la organización síquica humana está constituída para buscar el placer y evitar el dolor, siendo éste, elementalmente, una excesiva excitación nerviosa CO) ). Es evidente que, so– bre todo en la ciudad, hoy, toda clase de gente busca entretenimiento en la lec– tura (entiéndase entretener como "hacer menos molesta y más llevadera una co– sa" el) ). Aunque la lectura no sea la diversión que practique la gente en sus ratos de ocio, en ciertas situaciones típicas y muy frecuentes de "semi-desocupa– ción" (en el ómnibus, la oficina, las esperas) es virtualmente la única actividad practicable. Lo que más se lee son periódicos y revistas. Es difícil delimitar la ex– tensión dc los propósitos de información y entretenimiento que se comparte en la lectura de éstos. En todo caso, es obvio que la cantidad de detalles tactuales 45. Larbaud, 01', cit. 46. Salinas, 01'. cit. 47. Monroe; 01'. cit. 4~. IeI. id. 49. IeI. id. 50. Freud, 01', cit. 51 . Diccionario enciclopédico abreviado Lspasu-Calpc . Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967
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