Fénix 17, 63-91

82 FENIX considera que el lecto~ ,act.ual es un "leedor", parecido al masticador de chicle: hace uso ?e una. fu l1clOn incompleta y logra un placer subalterno. Como dice Aurora Díaz Plaja ("g), este lector desconoce el mecanismo espiritual de la lec– tura. Afortunadamente, la mayoría de libros vulgares no son tan diferentes de aquellos porta?ores de valores espirituales, como lo es el chicle -jebe camu– flado-, del alimento. Por ejemplo, el adolescente que lee novelas románticas -~ que adolescente no las lee- compensa con su fantasía la pobreza del ma– terial de lectura y logra placeres espirituales intensos, pero muy efímeros y sin h~ell~. El a?ul~~, subdesarr,ol1a~o espiritual, que también las lee, al poseer dis– I~mUldas s~ ilusión y fantasía, tiene que contentarse con un placer trunco, me– ~j¡ocre sustituto del pasado y sombra minúscula de una realidad que vagamente intuye. De esto se concluye que la gente busca valores espirituales -todo hom– bre los necesita- en sus lecturas, pero no los consigue en la dimensión adecuada por falta de conocimiento y habilidad para la elección de ellas. Este inconve– niente, con una orientación sencilla se puede obviar. En esta forma, un alto porcentaje de personas podría abandonar un tanto --por encontrarla compara– tivamente pobre- la lectura de placer sensible e iniciarse en el deleite de los valores espirituales que ofrecen algunos libros. André Maurois en) traza un sugerente cuadro de los móviles en los gra– dos superiores de la lectura-placer; aunque él no lo especifica, se puede con– siderar que éstas son etapas estrechamente consecutivas: "busca de impresiones de belleza, de un despertar y una exaltación de los propios sentimientos, o de las aventuras que la vida niega"; "Amor de encontrar más perfectamente expresadas, en los moralistas y en los poetas, las observaciones que uno mismo ha hecho, las sen– saciones que por sí mismo ha experimentado"; "Satisfacción de comprobar, sin estudiar un período definido de la historia, la identidad de los (problemas) humanos a través de los siglos" Maurois dice que este tipo de lectura es solamente "sano"; parece olvi– dar que es fundamentalmente nutritivo, ensanchador y vitalizador del espíritu aletargado, piedra de toque para lograr la plenitud humana que pocos hombres ostentan. A continuación, Maurois inicia el esbozo de otro tipo de lectura, que él encuentra distinto de la lectura-placer: la lectura-trabajo. Dice que en és– ta "se busca ciertos conocimientos definidos de los que se tiene necesidad para establecer o acabar en el espíritu una construcción de la que sólo se ha entre– visto las grandes líneas". Más lógico parece considerar esta lectura-trabajo como una fase evolucionada, eventual, de la lectura-placer espiritual. Ambas son de la misma especie por su autonomía en la ejecución y ambas se realizan por pla– cer, aunque en la lectura-trabajo se haya mediatizado la consecución de éste. Ambas son necesidades espirituales del individuo, no imposiciones exteriores. Ahora, puede ser quc el segundo tipo de lectura no lo alcancen todos los espíritu ni mentalidades, porque implica cierta producción, aunque de va– riable validez. La mediatización del placer que en cierta etapa hace el lector es muy importante, porque puede incluso transformar la lectura en una vocación. Es el caso de los investigadores. Alfonso Reyes ((;0) se refiere, como aparente contraposición de la lectura-placer, a la actitud del investigador que recorría vo- 58. Díaz-Plaja, Op. cito 59. Maurois, Un arte de VIVIr. 60. Reyes, La experiencia literaria. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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