Fénix 17, 63-91

86 FENIX individualmente, no dentro de sus grupos sociales. Pero el amor propio y el es– píritu de descontento a la postre resultan siempre vencidos por el espíritu, que es la fuerza suprema. Un espíritu tocado por el alimento de los libros, dentro de un hombre prudentemente mantenido en contacto con ellos, vence cualquier inclinación innata. Todo depende de la dosificación, lentamente creciente, que se vaya haciendo en la dificultad y calidad del contenido de los libros que le son presentados. 11 . --._. El "Arte" de leer o la bibliopsicologia Hay varios libros que hablan de un "arte" de leer y mucha gente, en eonsecuencia, que cree que él existe. Indudablemente, por "arte" se entiende en este caso artesanía, o sea un "conjunto de preceptos y reglas necesarios para hacer bien alguna cosa" (68). Si existiera tal arte de leer, todo el problema actual de la lectura se desvanecería difundiendo aquél y no habría necesidad de muchas más preocupaciones. Mortiner Adler (')\1), norteamericano contemporáneo, hace de este arte una complicada materia, eon innumerables recomendaciones que tocan puntos tan específicos como la "búsqueda e interpretación de palabras impor– tantes" y el "descubrimiento y comprensión de sentencias importantes" en los libros. Emile Faguet (,0) es más conciso y moderado; para él, "el arte de leer es el arte de pensar con un poco de ayuda" y por consiguiente tiene las mismas re– glas generales que el pensamiento: lentitud, circunspección, crítica moderada, etc. Pero en realidad, para Faguet la lentitud "es la única generalidad, válida para todo tipo de libros, del arte de leer. Leer preguntándose a cada instante si se ha com– prendido bien y si la idea que se acaba de recibir es del autor y no propia". El arte de leer, como se ve, implica la hegemonía absoluta de la razón en el proceso ele la lectura y supone la existencia de sendos mensajes definidos en los libros, que se deben descifrar cuidadosamente. Estas dos premisas son muy discutibles y, de hecho, hallan su contradicción en los testimonios de ilustres literatos y lectores. Anatole France (71), bibliotecario, gran lector y eximio literato, afirma– ba que "un libro tiene tantos ejemplares como lectores". El genial Osear Wilde (72) opinaba que "la apreciación de la literatura es cuestión de temperamento y no de enseñanza". Y José Enrique Rodó (':;) da un testimonio rotundo sobre el verdadero sentido del libro: "[Es] grande instrumento de reforma interior ... no principalmente por la fuerza propia de la idea, sino por la virtud que la idea, pintada y animada, adquiere para tocar los resortes con que se despierta la emo– ción y provoca el movimiento ... el libro vale no por lo que argumenta sino por lo que conmueve; no por su luz sino por su calor y vida. No hay concepto inte– lectual que por sí solo mueva a la práctica." El mensaje capital del libro va al sentimiento e incidentalmente a la razón. Pero, para no formarse un juicio, tal vez apresurado, solamente a base de generalizaciones a priori de autores, se puede recurrir a la ciencia. Existe la bibliopsicología, rama de la psicología que "estudia las experiencias, determinadas y complejas, que provoca el libro en el lector" (74). A ella han dado aportes, entre otros, Wilhelm von Humboldt, Tarde, Roubakine, Hennequin (75). Precisamente a Humboldt (76) se debe la que sería 68. Diccionario enciclopédico abreviado. 69. Adlcr; Cómo leer un libro. 70. Faguet, Op. cito 71 . Finó, Anatole Franco, bibliotecario. 72. Wilde, Hay que leer o no leer. 73. Rodó, El camino de Paros. 74. Lasso de la Vega, La clasificación decimal. 75. Henncquin, La crítica científica. 76. Lasso de la Vega. Op, cit. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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