Fénix 17, 63-91

LA ORIENTACION DE LA LECTURA 69 de hablar sobre autores y libros de un individuo de cultura media, pensaría, por la familiaridad con que trata a los de diversas épocas y lugares, que ha leído mucho más de lo que en realidad ha hecho. Pues bien, esta falaz impresión se explica por las referencias. Vivimos en la época de auge de las obras de refe– rencia -de los más variados temas, enfoques y matices- y de los libros-co– mentario. Las obras de referencia hacen enorme abstracción, generalización y síntesis de los hechos más importantes de los libros, la literatura, la cultura. Los libros-comentario presentan también los datos esenciales de un personaje o un movimiento; los acompañan con las opiniones más características que han despertado, y a través de toda la obra martillan su propia opinión, que es la que acaba por posesionarse del lector desprevenido. Para la gente común, estos libros tienen la ventaja sobre los originales de que son más fáciles y "entretenidos" y dan mayor información. Como se ve, en casi todas las tentativas hechas por simplificar para el público el problema del libro, se puede encontrar una finalidad original plausible. Nadie puede negar el provecho de los resúmenes y aun las adaptacio– nes -de obras eientíficas- para una fase del estudio, actividad que se presenta en todo hombre verdaderamente culto. Y menos se puede dudar del valor de los buenos libros-comentario o de las obras de referencia serias, imparciales y eleva– das. Estas, sobre todo, representan la quintaesencia a la cual mediante el trabajo científico colectivo y la técnica se ha podido llegar en nuestra época. Pero, [cuán pocos son quienes pueden calar en el significado verdadero de estas ayudas y utilizarlas rectamente! Para la mayoría de la gente, lo que es un puesto de atalaya construído para dominar de un solo vistazo gran parte del terreno de la cultura, aparece sólo como una tosca plataforma sobre la cual pueden encaramarse para sentirse conocedores de un terreno que jamás han hollado. Las ayudas que los intelectuales se han forjado para enfrentarse al problema del libro, figurán– dose vivir en una sociedad culta. al caer en manos de la masa se han transfor– mado y lo han agravado. El hombre común, sea que siente el mandato heteró– nomo o autónomo de leer o de aparentar que lo hace, abrumado o angustiado, siempre incapaz y desorientado, frente al "monstruo" de los libros, tiene que re– currir a intermediarios. No le importa la calidad del intermediario ni de la ayuda que éste le ofrece -crítica literaria, clubes de lectores, listas, consejeros etc.– pues él, en definitiva, no puede actuar directamente. De este modo el problema del libro que Ortega y Gasset presenta en sus líneas fundamentales desde el ángulo filosófico e histórico, al aproximarse un poco más a la vista, aparece extraordinariamente complicado debido a la adición de las tentativas infructuosas hechas para solucionarlo. II.- DESARROLLO DEL PROBLEMA DEL LIBRO 4.- Móviles que llevan a la gente hacia los libros Bertrand Russell (12) afirma que el hombre actual se acerca a los libros por uno de dos motivos: disfrutar de ellos o jactarse por ellos. Luego destaca que este último es el móvil predominante en Norteamérica, donde, mediante los clubes de lectores y otros recursos -examinados anteriormente-, la lectura -o algún conocimiento de títulos y autores- ha tomado las características de un fútil juego de vanidad. Este fenómeno resulta explicable desde que ya se ha se- 12. Russe ll, Diccionario del hombre contemporáneo. Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.17, 1967

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