Fénix 2, 188-231
El pecado original, cabe apenas recordarlo, pesa sobre todos los hom- bres, en cuanto son todos hijos de Adán, y no sólo sobre los judíos. Gravita sobre los semitas, sobre los camitas y sobre los jaféticos. Recae sobre las gentes del viejo mundo y sobre las del nuevo, - aunque al comienzo del Seis- cientos se difundiera una curiosa explicación de la desnudez de los salvajes americanos: los cuales, viviendo tan lejos de! Edén, nada habrian sabido de la caída y continuarían, por lo tanto, ajenos a todo sentimiento de vergüenza y sin cubrirse ". . . Pero la Virgen María era un retoño del árbol de Jesé. La Madre d e Dios era la Hija de los Patriarcas. Y el hecho de que el milagro que anu- laba la primera culpa y abría la Nueva Era se realizara en una criatura de estirpe judaica, le daba una precisa acentuación histórica, un significado rico en supremas esperanzas. El bautismo, que borra las consecuencias del pecado y distingue al cris- tiano del judío, era un simple corolario de aquel sacro misterio, confirmaba las posibilidades de salvación abiertas a todos los hijos de Eva, a todos los hijos de María. Y al hijo bautizado de xnz madre muy judía, era. por cierto, familiar el concepto, y quizfis también conocido el texto, de aquel jugoso y admirable exámetro contenido en una canción de Goliardas del Trescientos: Sicut spina rosam, genuif Judaea Mariam. (Como del espino brota la rosa. de la Judea brotó María). La mas tardía creencia en ia "limpia concepci6n de María", según la ex- presión corriente, --o, como escribía Fray Antonio de Calancha, "la question de la limpieza de la Serenísima Virgen María en su concepción"-, la obse- quiaba finalmente con algo pareci& a uno de aquellos certificados de limpie- za de sangre, que a los Pinelo como a cualquier cristiano nuevo eran tan di- ficil conseguir 81, y sin el cual, por altos que fueran los honores obtenidos y los cargos asumidos, quedaba fuera de la comunidad de los cristianos viejos, en una situacion ambigua y peligrosa, al margen de la h4onarquía Católica. Pero otros conceptos más enriquecían aquella devota creencia. En mu- chas representaciones de fines del 500 y del 600, la Virgen Inmaculada pisa so Claude D'ABEEVILLE, Hist. de Ir! Mission des Peces Capucins en I'lsle de Ma- ragns:?, 1614, cit. por ARINOS DE MELLO FRANCO, Alfonso, O Indio Brasileiro e a Re- volu~áoFrancesa, Rio de Janeiro, 1937, 48; DONNE , J.. To the Countesse of Hunfingdon (ca. 1597, pub!. 1635) en Complete Poeí.ry and Selected Prose, London-New Y$ork, 1939, p. 149 (primeros versos). Después de la mitad del siglo, la ignorancia por distancia espacial fué sustituída por la ignorancia por precedencia temporal. En 1655 Lz Pereire publica sus famosos Pracadamifae, en los que sostiene la existencia de honibres antes de Adán, hipóte- sis que, entre otras cosas, le permite conciliar la versión del Génesis "coil aquellos hom- bres mexicanos, entre los cuajes no hace mucho penetró Colón (sic)" y "con aquell.os hom- bres del Sur y del Septentrión que recientemente han sido conocidos" (o. c., VIII, ed. s. l., 1655, p. 23; v. también el Proetnitlm al Systema Theologicum ex Prae-Adamifarum hypo- fhesis, 1, s. l., 1655, e ibi, 186, 190, 206 sgg.). Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945
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