Fénix 2, 188-231
como por una sirena, y seduclclo por la amenisime elegancia de Ias palabras, llego poco a poco hasta el sexto capítuio, intitulado: Antiguo ciernplo de ACU-, demias en el Oriente, y tnnzbién en Etiopía, en Africa, en el N E E C C J ~ Mundo. Imaginando que la fama de nuestra Academia (Universidad) de Lima, ya en- tonces hubiese transpuesto los mares y los confines, anhelzndo de abrevarme ccn las alabanzas de un prócer coino Lipsio, me dediqué ardiente.mente a bus- carlas.. . La lengua corría veloz como una saeta por los períodos y las pa- labras: después de las escuelas de Atenas y de Rodas y el Museo de Alejan- dría, citó la de los Brahmanss, reconoció come académicos a los Gimnosofis- tas, a los Bonsos del Japón y los Abisinios del Africa.. . (Pe r o ) ya se acer- ca la última línea de la enumeración y descripción, y ni una sola palabra se me había ofrecido relativa a las Academías del Nuevo Mundo. Decqpci;o- nado y aburrido ya estaba por cerrar el libro, cuando he aquí que de repente, el sentido genera1 de las palabras surge para acusar a Lipsio como reo, no de un olvido, sino de una culpa más grave. Así escribe él: "Y qué más? Iré al Nuevo Mundo? Allí d e veras no hay sino barbarie". , . Cubierto de rubor, con los labios temblando por el íntimo enojo y vergüenza, "O Lipsio! --grité- el caso te presenta ante rní como adversario. Contigo disputaré. Tuya es la culpa, porque me has provocado, y sin excusas.. . ¿NOpuede ser sabio el ciu- dadano de cualquier pais? ¿Por qué entonces cubres de desdén una patria, que las naciones desean ansiosamente, hasta desgarrarla (con las minas)? T ú solo te excusaste de venir, como habrías podido, a este Nuevo ,Mundo" j2. E s verdad que en la frase siguiente, Justo Lipsio admite la existencia de escuelas en los templos mexicanos, frecuentadas por adolescentes nobles; mas esta media palinodia, apoyada en los textos de Gómara, esta "excepción" a la "regla" general de la barbarie americana nc satisface al fogoso Pinelo: "sin ninguna justa causa te has olvidado completamente de nuestro gimnasio Peruano". Aquellos de los mexicallos eran templos de ídolos. Pero, de la inisma manera que los extranjeros no son atraídos a Lovaina por los edificios, ias praderas o las colinas, sino por Minerva y las Musas, así Pinelo no des- cribirá el aspecto exterior de Lima, soberbia capital del Reino y del Ntievo Mundo, ni sus visibles esplendores ("un libro entero apenas bastaría para contarlos"), ni el sitial solemne de Marte y de Merctirio, sino "su alma, la Academia", la Universidad que tiene a San Marcos por patrono y tutor Ir'. '- O. c., 1-5. N o obstante la réplica de Don Dieyo, el retórico e irónico "¿iré al Nue- v o Mundo?" de Lipsio, tuvo en los siglos u r ~ ainterminable seciiela de ecos y variaciones. Baste recordar aqui, por 1:i afinidad de la expresióc, la arr-ogante interrogación tie Sidney Srnitii: "en las cuatro prirtes del globo, jquién lee un libro americano?" (EdiilbtzrgIt Rcview, Jan, 1820; Combri:igc Nist. of An~ericanLiler., 1, 207). 1:' Nótese este iluevo punto de vista: el Perú y Lima exaltados no y a por sus rique- zas o vasted?.d, sin,^ por su cultura. (Véase, si11 embargo, la n. 61). E n otra parte del Hypc)mtzem~sentencia Pinelo: "cualquier ciudad, aún la n15s ilustre, siempre se juzga por su Universidad" (p. 72). M5s tarde fué alarde coniúri de los criollos que América era "más rica por sus ingetiios que por sus rnitlcis" (ver cje~ilplos de 1674, 1705, 1730 y 1737 en EGUIARA y EGUREN, J. J., Prólogos a la Biblioteca i'vfcxican~, 1755, eci. México, 1944, 133-4, 140, 187; cfr. ibi. 113). Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945
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