Fénix 2, 249-263
hasta nosotros, y seguirán volando hasta las últirnas edades, los nombres muy glo- riosos de aquellas dos repúblicas antiguas, las más guerreras sin duda, y las d s p e derosas, y las más ilustradas de la tierra. No se puede entrar en el museo, sin sen- tirse penetrado de un religioso respeto, al mirarse circundado por los primeros maes- tros de1 género humano. Se creería estar en el santuario del templo de la inn~ortali- dad, donde viven a un tiempo los vsrones preclaros de (todos) los climas y de tod~os los siglos. A pesar de las grandes distancias de tiempo y de lugar que separan entre sí a los talentos rivales de griegos y romanos, están juntos allí Homero c~onVirgilio, Tucidides con Tácito, Jenofonte con César, y Demóstenes con Tulio. Después de haber visto y admirado a estos portentosas fenómenos del mundo in- telectual que la naturaleza ha producido por medio de los grandes y extraordinarios esfuerzos que se complace en hacer de cuando en cuondo, para excederse a sí misma, se tiene la satisfacción de oirlos hablar, y convcrsar con elBus, acercándose a un es- tante que se halla en el fondo del salón. y que, entre otros muchísimos volúmenes, guarda sus escritos, aquellos célebres escritos que podemos llamar las lámparas eter- nales del mundo; aquellos jefes de obra d ~ l entendimiento humano en que se agota- ron de una vez, con las gracias todas del arte de escribir todos los primores del gusto, y todas las riquezas del ingenio. No es muy fácil decidir si este presente de luces, que sus autores nos mandaron, haya sido ventajmoso o funesto a su posteridad, y si son acreedores por él a nuestra gratitud o indignación. Nos dieron en ellos, es ver- dad, excelentes modelos: pero nos los cobraron con usura: quitándonos con ellos, para siempre, el mérito de la originalidad. Nada nos ha quedado que crear, nada que inventar: y la de imitar sus rasgos con alguna perfección, es toda la esfera a que han circunscrito los últimos esfuerzos del genio, y toda la gloria literaria a que nos han dejado derecho de aspirar. Por gradas de mármol blanco se sube a la alta cátedra donde se dictan las reglas que enseñan a describir los tesoros escondidos en la Eneyda y la Farsalia, y sobre la cual se advierten dos grandes ventanas de cristal que parecen destinadas a alum- brar el sagrado monte de A p d o que por en medio de ellas se levanta, y a cuya falda se ven, presididas de ese Dios, aquellas nueve hermanas que con su mágico poder trasmitieron al Taso el estro de Virgilio: y hacen vivir entre nosotros, después de tantos siglos, a Aquiles y Alejandro. Al ver allí a la fama armada de sus alas, y acompañada de un héroe a quien va condu~iend~o de la mano hacia el templo de la gloria que se descubre a lo lejos entrc la abra que separa al Helicón del Parnaso. es imposible dejar de acordarse de BOLIVAR a quien sólo falta un paso para entrar en el santuario, y de rendirle homenaje de admiración y gratitud a que tantos de- rechos hanle dado sus triunfos ir.inortales; esos triunfos tan ventajosos a nosotros que, alejando por siempre del Perú al despotismo hispano, hacen ya aparecer sobre su suelo los gloriosos rastros de las letras que, acompañadas de les artes y ssguidas siempre de las ciencias, sólo marchan tras del carrso que conduce a la libertad. Aquí la imaginación que había reculado tantos siglos para admirar los grandes hombres de las épocas paszdzs, vuelve otr3 vez h ~ s t ael día para admirar al grande hombre de la época presente; v volando en un momento desde el Pindo hosta los Andes, descubre, desde la cima de sus eternas nieves, los venturosos campos que pre- senciaron los combates en que la tirania, derrotad:+, huyó para siempre jamás, de la victoriosa independencia: mirr.., con un placer inexplicable, la nueva faz política que hoy presentan los pueblos del Perú, y se pasma al contemplar que se hiciera tamaño 50 E n español es insólit,u decir "jefes de obra". E n italiano se llama "capo labori" a la obra representativa de un escritor, o a lzs obras más descollantes en la literatura de un país o en un género determinado. Precisamente, José Joaquín de Larriva da a la frase esta segunda acepción. La expresión es también usual en francés: "chef d'ouvre". Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945
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