Fénix 2, 249-263
can~biamientomientrns 13 luna disciirrió cilatro vcccs solas por su órbita de plata. El Museo rs el primer ssntuario que Lina independicntc ha fabricado a Minerva. La tiranía prohibió el culto de esta diosa a las generacioiles pasadcs, y nuestros padres se ocultaban para queii:ar!c inciensos, corno los grinieros cristianos para qucniarlos a la Divinidad. Los gabinetes cie A:nérica eran las catacuml-)as de Roma. La gene- ración actual va a ocuparse enteramente en levcintarle tempIos, y coi~scigrarie sacer- dotes. Y, en la gcncración que nos sigl, será la hija de Júpiter mric adorada e:, Lima, que la hija dei Mar BU fué en (7itcra. Bo!ivar es sabio y es guerrero, y no puede dejar de protejer el culto de la qce es, al n~isinotiempo, diosa de ia sabiduría y diosa de la guerra. Este Museo Latino fué inaugurado en enero de 1826, con una solemne ceremonia a la cual asistieron los miembros del Consejo de Gobierno, el rec- tor de la Universidad y otras personas representativas. Y en ella, como en las anuales aperturas de la Universidad de San Marcos, un alumno de José Perez de Vargas recitó una elegía latina compuesta por el maestro, dando así ocasión para que todos confirmasen la donosa fama de su estilo. Con tan buenos auspicios y un trabajo honrado creció prontamente el pres- tigio del plantel. De todos los rincones del país proceden sus alumnos. Y, por extraño consenso público, el Museo y su Director se identifican en tal forma que es imposible concebir a uno sin el otro. Se diría, por ello, que el nuevo centro docente es síntesis y culminación, aspiración y esperanza de una silenciosa y tenaz creación. Aquella "casa de la Cascarilla" donde estuvo ubicada la sede oficial del Museo Latino albergó sólo el aula regentada por José Pérez de Vargas. Las dos aulas restantes fueron inicialmente instaladas en Ias amplias salas que otrora ocupara el Colegio del Príncipe. Pero el desenvolvimiento de la Biblioteca Nacional hizo necesario desalojarlas y, en 1835, se las encuentra ya instaladas en el convento de Santo Tomás; pasan, en 1837, a los salones d e la Concepción, donde permanecen hasta 1847, aiío durante el cual vuel- ven a Santo Tomás; y, finalmente, se las destina en 1850 al convento de San Francisco, donde sólo queda la segunda aula, pues la otra pasa en 1852 a la calle de Albaquitas. Se explica, por eso, que el lenguaje familiar reservara la denominación de Museo Latino para la tercera aula; y que, en confor,midad con el reglamento de escuelas primarias, promulgado el 28 de noviembre de 1836, se le comenzara a designar como tercera aula de latinidad y Museo Latino. Especifica el mencionado reglamento que "habrá tres aulas de Latinidad"; y coniía su control a un director general de aulas de latinidad y primeras Ie- tras. Quiebra, por ende, la relación de dependencia que se les fijara a1 crear- s e el Museo Latino. Pero esa dependencia es temporalmente mantenida cn l a práctica, porque José Pérez de Vargas conserva, desde J 825, la d~rección general. Y conlo las parvas ganancias de los maestros no hacían codiciables Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945
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