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'6 auxiliar" con el sueldo de ochenta soles mensuales y llegué a ser "conserva- dor" con ciento cincuenta. Así transcurrió toda mi época estudiantil, entre 1920 y 1928 y dos años más en que alterné este puesto con el profesorado universitario, hasta 1930. Era entonces Rector don Alejandro O. Deustua, quien fué director de la Biblioteca Nacional durante la mayor parte de mi tiempo de servicios allí. Siempre muy gentil y cariñoso conmigo, Deustua me nombró bibliotecario de la Universidad. Poco después, en 1931, viaja- ba a Estados Unidos para estudiar organización de bibliotecas, con una beca de la Dotación Carnegie. De regreso al Perú, después de estar cuatro años en Estados Unidos y Europa, ocupé la dirección de la Biblioteca de la Uni- versidad desde 1935 hasta 1942. Unido el antiguo local a más de diez años de !mi juventud, familiarizado con cada uno de sus rincones, que no habían cambiado mucho en más de dos lustros, al producirse el incendio de mayo de 1943, (sobre el que no me com- pete hablar en el presente documento), quise evitarme la amargura y la ira d e visitar los escombros. Pocos días después del desastre, el Gobierno de- signó una comisión Pro-Reconstitución y ví mi nombre entre los miembros de ella. Impedido de asistir a la primera sesión, pues acababa de fallecer un hermano mío que había trabajado silenciosa, abnegada y, a mi juicio, inco,m- rendidamente al servicio del Perú, me enteré después de que el Dr. Alfredo Solf y Muro había propuesto mi designación como secretario de dicha comi- sión. Al ir a conferenciar con el Ministro de Educación, Dr. Lino Cornejo acerca de la situación creada, le ~ e d í que si ella implicaba mi futuro nombra- miento de Director, tomase en cuenta mi deseo de no aceptarlo. Acababa de separarme de la dirección de la Biblioteca de la Universidad sin rencor y sixi amargura y estaba próximo a realizar un viaje a Estados Unidos, para diri- gir un curso de seminario de historia latino-americana en la Universidad de Columbia durante el verano de 1943. A mediados de junio, fuí llaamadopor el Presidente de la República para que le expusiera los motivos que ya habia dado a conocer al Ministro Dr. Cornejo y como insistiese en ofrecerme la Dirección de la Biblioteca invocan- do razones patrióticas que difícilmente puede desoir un hombre de bien, hube d e expresarle que sólo aceptaría con una serie de condiciones que en aquella oportunidad enumeré y que, en seguida, formulé detalladamente por escrito ante el mismo Dr. Cornejo. En resumen eran las siguientes: 1" La recons- trucción de la Biblioteca debía hacerse sobre la base de un plan técnico; 2" Mi autoridad sería amplia en todo lo referente a la Biblioteca misma; 39 Se crea- ría una Escuela de Bibliotecarios; 49 Los planos del futuro edificio, que ya s e habian empezado a estudiar por ingenieros peruanos, continuaría11 siendo obra peruana. pero deberían ser revisados por expertos extranjeros. Era mi convicción profunda que las llni~iasoprobiosas del incendio de- bían haber destruído algo más que libros, manuscritos, estanterías. Sobre sus cenizas sólo le cabía al Perú erigir otra institución no para que fuese lo más parecida posible a la antigua, sino para que tratara de ser lo ,más pareci- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945

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