Fénix 2, 353-363

EI. LIBRO EN MÉXICO 355 puede gozarse, a falta de dineros, en la grata compañía de la camisa limpia que el vente- ro recomendó al más hermoso caballero que han visto los siglos. He sefialado a la Secretaría de Educación dc México, no porqw sea uno de los órga- nos de la acción oficial del Gobieino, sino porque ella ha sido en los últimos veinticinco afios la noble estimuladora de la producción editorial, y ha intentado poner ril libro de tex- to al alcance de los hiimildes, libertjndolo de las garras de los intermediarios que lo abru- nan. En un país en que el número de los analfabetos sigue preocupando al estadista, y en que el libro paga tributos al Rey del Papel, será siempre una injusticia no hacer que, como el sol, salga para todos; pero especialmente el libro que inicia el amor a la cultura, aquel en que, el que lo encuentra por primera vez, descubre cuán numer.osos son los caminos para salir en busca del conocimiento, qué terribles han sido las vicisitudes del hombre para librarse de tantos enemigos mortales y qué múltiples son las niáscaras que afean el rostro de la verdad. Hoy está !a Secretaría de Educación Pública de México librando una batalla, acaso su más brillante batalla democrática: la de exterminar al analfabeto. Un millón de cartillas explicando el método para enseñar a leer, han sido impresas en los últimos días; y en esa tarea sagrada colabora la prensa del país, que se ha dado cuenta de que, a mayor núme- ro de mcxicanos que sepan leer, corresponderá un porcentaje más alto de consuinidores de noticias diarias. ¡El libro, artículo de primera necesidad! Al fin se ha comprendido que un país puede tener importancia por sus bibliófi1.o~y hasta por sus bibliómanos; pero más la tendrá por el de sus habitantes que se desayunan leyendo el periódico y que, a través de este, retornan al libro como a un paraíso rescatado. En la tarea de difundir al libro soii estímulos poderosos el aire y la radio. Hoy son más las librerías, porque la radio y el cine avivan cada vez más el interés por la adquisi- ción de conociiliientos que ellos no pueden dar con amplitud edificante. Las últimas noti- cias pueden ser dadas por la radio-difusora; pero nunca con la minuciosidad de los diarios; y el devorador de peliculas de cine al ver pasar por la atmósfera imaginaria las figuras d e los Tres Mosqueteros o las de los héroes románticos, o los monstruos prehistóricos que h a imaginado Disney para sus fiestas tecnicol,oridas, no se conforma, quiere saber algo más. Todavía est6 el hombre en la edad feliz del niño, y mientras haya un cuento qué decir, un poema que celebrar, una ilusióii inás que perseguir, el libro será uno de los puros talis-, manes de la dicha. N o intentaría presentar el panorama de esa literatura que en México ya tiene sus ~ n a - oos y sus profetas; desde las "Lecturas clásicas para niños" en que Roberto M,ontenegro y Gabriei Fernández Ledesma hicieron alzarse con su varita mágica a muchos genios amablea, hasta "Rin Rin Renacuajo" de Rafael Pombo, que no hace inucho reeditó la misma Secre- taría de Educación, con elegancia que deslumbra. Tampoco haré la enumeración biblio- gráfica de aque!los 1ibr.o~en que campea el buen gusto de nlaestros tipógrafos que son, ü la vez, hombres de letras, y entre los que sobresalen Enrique Fernández Ledesma, Francis-, co Orozco iV!ufioz, Miguel N. Lira, Francisco Monterde, Salvador Novo, y a última hora. un joven de brava inteligencia, al que habré de referirme al final dci esta exposición de tes- timonios ilustres. Grandes ilustradores de libros son, ademas de Montenegro y Fernández Ledesma, Julio Prieto y los pintores José Cl-iávez Morado, Julio Castellanos y Miguel Co- varrubias. El últirno lo comprobó al enriquecer estupendamente el texto de la "Iiistoria verdadera de la conquista de México" de Berna1 Díaz del Castillo --la suprema crónica española de la Conquista- que en lujosa edición en inglés pregona e1 prestigio de Rafael Loeia y Chávez, quien la hizo para un club de biblófilos de Nueva York, derrochando fi- nísimo saber tipográfico y utilizando la traducción de Arcliibald P. Maudsiay. Puede ase- gurarse, sin mengua de otros editores, que esa edición ratifica para México el primer siti,3 americano, ya que fue allí donde nació la imprenta en Ainérica y se hizo la primera edi- ciún americana de "El Quijote", y entre los libros que han salido de sus prensas, como de- chado de arte, basta enunciar los que salieron de los talleres de Ignacio Cumplido y de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945

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