Fénix 2, 353-363

vigilando, ademas, todo lo que concierne a la defensa del libro, conio víctima propiciatoria en esa piedra de sacrificios en que el hombre de pluma se deja extraer, inerme, el cerebro en la fiesta de la antropofagia. México etnpieza a dar al pensndor, a1 tiistorindor. 21 poeta, su sitio en la distribución de estímuios y galardones. Vernos así, por ejemplo, que el Departaniento Cerstral del Dis- trito Federal acaba de conferir un premio al mejor libro de poemas (el afio pasado se lo repartieron Carbas Pellicer y Jorge González Durán) y otro a la mejor novela, que ganó con "La negra Angustias" Francisc,o González Rojas, uno de los escritores de vocación decidida y mexicanidad entrañable. El diario "El Univcrsal" ha instituído hace tres años e1 "Preniio Lanz Duret" para la novela del afio. Y es de esperarse que la Secretaría de Educaci6n reviva, en toda su importancia, los concursos en que se premié a 1.2s más distin- guidos entre los novelistas, escritores cientiiicos y periodistas: por vez primera tales tro- feos fueron conferidos, respectivamente, a Gregorio López y Fuentes, el biólogo Ignacio González Guzmán y Gustavo Ortiz Heri~án. . . Hay el Premio "Manuel .A.vila Carnacho", instituído recientemente por Ia Cámara Mexi- cana del Libro, para el mejor hombre c'e letras o dc ciencias, y lo ha obtenido quien sigue siendo poeta excelentísirno, Enrique Gmzález Martínez. Este año se definirá en el Con- greso Mexicano de Historia. que va a celebrarse en Guanajuato, quién es el ganador del Pre- mio Rebolledo (10,000 pesos) para el au!or del libro en que se dilucide si el Presjdente Antonio Lópcz de Santa Anna fué traidor durante la Guerra de Texss. Los ricos ernpie- zan a dar dinero para empresas intelectu~les,y poco a p 0 ~ 3 se van convenciendo de que pueden también hacer buenas inversiones no sólo en el scrvicio social sino para mayor glo- ria de la ciencia o del arte. Un magnífico testimonio lo dió ya la Fundidora de Fierro y Acero de Mtonterrey al editar "El arte de los iiietales" de Alonso Barba, y otro el Banco de México al pagar los gastos qi?e ocasionó la edición de la monografía sobre la Plaza de Guardiola. Afortunadamente, hay algunos banqueros que gustan de los buenos libros -que no son ni el de Caja ni el Mayor- y es justo citar entre elBus a Eduardo Villaseñor y al bibliófilo Salvador Ugarte. Las bellas ediciones privadas que ha hecho Mr. G. R. G. Con- way para dar a conocer algo del oro que guarda en su biblioteca y el que sigue extrayen- do de los archivos que consulta en sus ratos de ocio, olvidándose su personalidad de ge- rente de una de las poderosas empresas canadienses, perdurarán en la historia de la cultura en México más al15 de su brillo de hombre de negocios. Los ricos puciien jugar golf -y hasta recorrer golfos en sus yates-- pero también p:ieden acaparar librsas únicos, que -co- rno recomendaba Anatole France- estén bien empastados y hablen de amor. Hemos aplau- dido el caso de un Pedro Robredo, que hizo fortuna como librero y después de caer e n 10s abisxos peligrosos de la bibliofilia, 2 grado tal que su biblioteca es una de las n:ás ricas, ha organizado una editorial que, sin renunciar al lucro, sigue ciá~~donos ediciories ¿e- finitivas de algunos clásicos mexicanos, prestando a la cullura un scrvicio eminente que lo inmortalizará más que los rnárnioles y los br,onces. Esto prueba que los editores pueden hacer fortuna, pero también ayudar a1 vcrdadero productor, al que escribe o traduce o corn- pila; y seanios optitnistas creyendo que en un futuro próximo Bos editores y los libreros dejarán su sinpie papel de especuladores para niejorar la condición de los obreros i11:eiec- tuales. Una simple visita de escaparates nos permite co~nprobarque en La Habana el li- bro mexicano es vendido duplicando su precio original, y e11 otras ciudades cuadriplicándolo. Acaso se disculpen diciendo que se trata dar una ayuda efectiva a la democracia y a la so- lidaridad continental. La post-guerra tendrá que busczr una solución a este grave proble- ma en que se hayan coniprometido los intereses de la gente que, por s ~ i s~noclestísim,ossa- larios, tiene insignificante poder adquisitivo. E s cies:~que el libro co podra pcrder, en niu- chas ocasiones, sil calidad de articulo de lujo; pero no lo es nienros que se ha prestado en demasía a las nias inicuas rapacidades, bien cayendo en manos de editores piratas, bien pres- tándose a ser inerme instrumento de la codicia. Los escritores y los traductores se hallan en el deber de foriiiar un frente común para poner fin a un estad<ude cosas tan indecoroso, en el que sigue teniendo profunda actualidad la parábola "Esta calamidad de los zapatos". Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.2, enero-junio 1945

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