Fénix 20, 187-190
188 FENIX ¿Había encontrado a Rocca de Vergalo en la Cigarra, asociación de meridio– nales, que comprendía la palabra Mediodía, en su más amplio sentido o en casa de su suegro, Osear Comettant? Comettant era un periodista que se había retirado de la crítica musical en la cual era conocido por su fanatismo antiwagneriano. El unía a su crítica la representación de un gran establecimiento de pianos de Nancy, la casa Staub. Muchas veces en invierno se guardaban los pianos de cola en una sola sala. Muchos parisinos hombres de letras y de teatro venían allí a oir a los canto– res de la Opera y a los Italianos. Las otras salas se convertían en salas de re– cepción. Comettant había ido a los Estados Unidos a entregar algunos volú– menes de turismo y de aventuras sobre los Comanches y los Sioux y tam– bién sobre la vida americana. Vendía pianos en América del Sur, pianos con tabla de harmonía reforzada. Debía contar con numerosos sud-americanos entre sus relaciones de negocios y de amistad. Probablemente es Comettant quien había presentado Vergalo a Lavigne. Lavigne, en una de sus veladas, me puso en relación con Vergalo, al que debía volver a ver en su casa. El aspecto donquijotesco de Vergalo, una dulzura singular de los ojos, un carácter muy notorio de modestia dolorosa, me impre– sionaron. Lavigne en pocas palabras me había puesto al corriente de Vergalo mezclando quizás la verdad con un poco de leyenda y no teniendo tal vez esta verdad el espíritu real de la biografía de Vergalo. Este había sido Teniente– Coronel en el Ejército Peruano, muy joven, exilado después de un pronuncia. miento militar en el cual no había estado del lado de los vencedores. Tenía en provincias un hijo muy joven a quien adoraba y al que no podía hacer vi– vir en París, a su lado, en un desván, en Batignolles. Se daba gran importan– cia a Vergalo como hombre y se era indulgente con su poesía cuyo exotismo alteraba el gusto de la época. "El quería intitular un libro de versos, Feuilles du Coeur", Esto no era muy francés. ¿De qué vivía Vergalo? ¡de esperanza!. El estaba, en ese momento, solicitando ante Castellano, director del Teatro-HIstó– rico (actualmente Teatro Sarah-Bernhardt) para representar un drama: "Les Mystéres de Lima". Castellano se burlaba. ¿Pero lo dejaba burlado realmen– te? quizá le hacía de vez en cuando el obsequio de un poco de esperanza. Ver– galo encontraba algunas veces pequeñas tareas, gangas menudas y no trabajo estable, traducción de cartas comerciales, muy poca cosa. Pero no pedía nada. Parecía por otra parte hundirse en mayor miseria. La copa de su sombrero que era su peinado permanente tomaba unos tonos de acero, el sobretodo se de– terioraba. Si insisto en estos detalles de miseria, es porque ella era soportada con dignidad. Vergalo no tenía nada de bohemio. Su pobreza parecía más bien la de un exilado que ha tenido dificultades para establecerse en un país de adopción. No carecía sin embargo de relaciones. Frecuentaba la casa de Augusta Holmes y allí encuentra a Catulle Mendes, Signo particular: no se le vio en casa de Nina de Villars, cuya mesa generosa y frugal a la vez alimentaba a la bohemia hambrienta. Tenía algunos amigos particulares; yo tuve conocimien- Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970
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