Fénix 20, 187-190

NICANOR DELLA ROCCA DE VERGALO 189 to de algunos de éllos. M. Champion, grabador misántropo, de intenciones sa– tíricas mal ejecutadas y que quería titular una colección de aguafuertes de ins– piración hostil, en el caso que llegara a editarlo, con esta frase: "¡Prójimo! es un canalla". Su hipocondría no se había detenido sobre Vergalo. El pro– seguía ingenuamente su sueño de poeta y fundaba paralelamente sus esperan– zas, no de fortuna, sino de modesto bienestar, en su obra de teatro, en la que hacía concesiones para el público, Misterios de Lima, Condestable de Clisson . Teatro en prosa. Debía tener carteras llenas de proyectos. Lavigne había conocido mis primeros versos. La fórmula le había sor– prendido. La idea de un verso libre modificando los cortes y los juegos de ri– ma lo asustaba. El fondo quizá para él no excusaba la forma. Estos primeros poemas eran malos, yo me daba cuenta cuando eran escritos. Lavigne me con– sideraba como un principiante dotado de espíritu crítico y de memoria desti– nado a llegar a ser una especie de sabio paleógrafo o de orientalista dotado de literatura. No obstante, este diletante apreciaba lo que yo, después de todo bastante perezoso, podía tener de voluntad reformadora: El me compadecía de antemano, no era un hombre sin intuición. Había hablado de mis ensayos delante de Vergalo, quien me pidió ceremoniosamente una cita y vino a verme. Deseaba informarse de lo que yo podía saber respecto a las métricas in– glesas y alemanas y de lo que de éllas era transferible al verso francés. Mi erudición sobre aquéllo era demasiado escasa. Cortésmente, él la declaró ex– tensa y me confió que sus luces sobre la poesía española le aclaraban la poesía francesa de una época particular. Los grandes versos de Víctor Hugo en las "Contemplations", me decía, se inspiran en el verso español "Lo substantivo en– cuadrado en dos grandes epítetos, fórmula de Hugo, es español" . El tomó algu– nas notas sobre un pequeño trabajo que yo había esbozado sobre la libertad del ritmo, admirable diferencia respecto a un hombre tan joven como era yo, y abso– luta y conmovedora buena fe en su sueño de una poesía de más color, menos gra– matical, menos forzada que la de los Parnasianos. Un poco más tarde, él me llevó las Hojas del Corazón. Me había ha– blado de éllas y con vivo sentimiento, pero era necesario ser franco, yo le ha– bía confesado no estar conquistado por sus estrofas "nicarinas". Estaba, en suma, reunido en la estrofa, en lugar de estar aplicado a todo el poema, sim– plemente el procedimiento de Diinns, de Víctor Hugo. Por otra parte Vergalo, en esta época, no era un reformador, no admitía el verso libre del cual bosquejé vagamente la fórmula que no es necesario de– tallar aquí. El pensaba simplemente enriquecer la fórmula parnasiana, hacerla más ágil y más flexible, ajustándose siempre al alejandrino y a sus sucedáneos binarios, aún en las estrofas en rombo que él llamaba nicarinas. No creo que él conociera los modelos del siglo XVI. Algunas variaciones sobre la cesura, ciertas libertades con los sonidos mudos le satisfacían, yeso era mucho en– tonces. El interesante artículo en el que M. Marius André habla de él en ca– lidad de poeta, es una buena imagen; y las bien escogidas citas limitan las no– vedades de técnica presentando correctamente el color de su inspiración. La Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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