Fénix 20, 3-22

12 FENIX vez, más influyó en la unificación posterior: Después de la Revolución Neo– lítica, el autoabastecimiento de cada comunidad era más bien potencial que real, el intercambio con los grupos comarcanos tuvo que ser necesario, frecuen– te e intenso, creándose por el aumento mismo de la población una dependen– cia recíproca cada vez más poderosa. Con el tiempo resultó imposible que pudieran unas prescindir de las otras, formándose un todo, en lo que se re– fiere a sus mecanismos e interrelaciones de producción. Acaso fueron estas condiciones las que más influyeron en la unidad de la cultura, aunque arqueo– lógicamente no sean claramente perceptibles. La cultura peruana fue fundamentalmente agraria. Todo lo relacionado con el cultivo tuvo la mayor importancia y fijó todas las actividades de la vida del hombre; por eso, la estructura de la sociedad, la religión y el arte están imbuídos de sentido agrario. Sobre las tradiciones y técnicas preexistentes se fue constituyendo un sistema de agricultura que podemos calificarlo, sin re– servas, como el más avanzado entre las culturas del Mundo Antiguo. Gracias a procedimientos especiales, los antiguos peruanos convirtieron un país difícil pa– ra la agricultura en un país esencialmente agrícola, creando tierras de cultivo. No hay base más sólida para la subsistencia de los pueblos que un sistema de agricultura permanente, y los antiguos peruanos lograron formas permanentes de cultivo en terrenos de alto y constante rendimiento. Esta preocupación fue la actividad ancestral y reguladora de las demás ocupaciones. Los productos que se cultivaron y las maneras de preparar la comida son partes constitutivas de una tradición común, dondequiera que sea, y ya sabemos que la dieta repre– senta un elemento que, como ningún otro, tipifica la unidad económica de un pueblo. Las propias herramientas que se adaptaron a las modalidades del te– rreno, principalmente la chaquitaclla, instrumento universal del mundo andino, constituyeron otro elemento de identificación y nexo. Cuando de ordinario se quiere entender la naturaleza y los mecanismos de relación estructural de las culturas aborígenes, inconscientemente el punto de referencia es nuestro propio contexto de patrones y valores, resulta difícil para quienes no estén iniciados en el estudio antropológico de las culturas ha– cer abstracción de sus respectivos sistemas y penetrar en el mundo psicológico y convencional de la cultura observada. Entre los individuos que pertenecen a dos culturas distintas existe un mundo de diferencias en las maneras de sentir, pensar y ver las cosas esto es, en la manera total de vivir. Todo grupo orga– nizado en sociedades posee creencias y prácticas, ideas y valores, hábitos y cos– tumbres distintamente estructuradas y que se manifiesta en pautas que llama– mos patrones culturales, los mismos que a veces resultan totalmente incompren– sibles para individuos de otro sistema. Cada cultura representa, asimismo, una adaptación aproximada a su ambiente, con una ideología a él ajustada. La diversidad de culturas deriva de la multiplicidad de actitudes locales. Ahora bien, cuando se trata ya concretamente de estudiar y conocer la Cultura Peruana Pre-hispánica, los conceptos y formas de entendimiento están casi siempre referidos al aparato conceptual de Occidente, salvo en el caso de Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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