Fénix 20, 3-22

CULTURA ANTIGUA DEL PERU 17 En las diversas representaciones tanto de la cerámica, como en los di– bujos de los tejidos, en los monolitos y estelas talladas, en los mates burilados y otras formas de expresión, existen algunos motivos que se reproducen fre– cuentemente a través de todas las épocas y en las diversas regiones geográficas y culturales. Se trata de un conjunto de figuras que podemos agruparlas bajo el rubro de símbolos mágico-religiosos y cuya frecuencia y persistencia, desde Jos tiempos precerámicos hasta la época colonial, constituyen prueba fehacien– te de otro contexto de unidad de la cultura peruana prehispánica. No se sabe a qué deidad representa el extraño y monstruoso personaje tallado en la lla– mada Piedra de Chavín, tampoco se ha revelado el misterio de la famosa Por– tada de Tiahuanuco. ¿Qué representan esos 48 hombrecitos de piernas cortas y brazos ágiles que parecen volar hacia la figura principal que los atrae? Entre Chavín y Tiahuanaco hay enormes distancias: mil años y mil kilómetros; sin embargo no es preciso ser un especialista para darse cuenta que el personaje de la clásica estela es el mismo que el de la figura central de la Portada. Llamé– moslo el personaje mítico de los dos centros. Cambian los cetros y las for– mas, es cierto, son armas florecidas en el de Chavín y parecen ser dos estóli– cas en Tiahuanaco, pero siempre como signos de omnipotencia ¿el poder en ambas manos? Si hacemos una comparación de las dos figuras notaremos que hay una constante correspondencia entre una y otra y que las variaciones son meramente estilísticas. El personaje de los dos cetros es uno para ambas so– ciedades. Chavín y Tiahuanaco participaron de una simbología mágico-religiosa común y entre ambas -ya 10 dijimos-e- hay enormes distancias. La anphisbena, o serpiente de dos cabezas, con sentido de dicotonía, es otro de los símbolos que aparecen desde épocas tempranas y cuyas represen– taciones se vuelven cada vez más frecuentes, variando constantemente la forma de sus cabezas. En las representaciones de las épocas tempranas la anphisbena se muestra con mayor frecuencia de manera realista, pero conforme va pasando el tiempo y se suceden las "culturas", se torna cada vez más estilizada, presentándose sus cabezas con rasgos de felino, de cóndor, de pez, de auquénido o simplemente en forma de discos. Por otra parte, esta serpiente se convierte en estólica, en arcoiris, en faja o cinturón de algún personaje, en trensa, en honda o en cetro. Realmente, en el arte peruano prehispánico casi nunca se encuentra un termi– nal de faja, de soga, de cetro o de vara, que no remate en una cabeza de ser– piente o de otro animal serpentizado. No podemos afirmar a ciencia cierta qué significa este personaje mítico y aunque con el auxilio de otros elementos de juicio, como las versiones de le– yendas tradicionales y las noticias de los cronistas, podamos arribar a razona– bles interpretaciones, sólo nos limitamos a señalar el aspecto objetivo de uno de los elementos que, en todas las épocas de la cultura antigua del Perú y en todas sus áreas geográficas, constituye un símbolo universal del mundo andino. Menos frecuente que la anphisbena pero más definido en sus representa– ciones es la figura del temible Nakai o Degollador, que aparece también desde Fénix: Revista de la Biblioteca Nacional del Perú. N.20, 1970

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